domingo, 15 de abril de 2012

capitulo 60


Nos sentamos todos a comer, mi mirada no podía apartarse de Andy, comía con algo de vergüenza, miraba a todas partes antes de dar un bocado, pronto la duda me envolvió, las preguntas comenzaron a revolverse en mi cabeza, y entonces, después de devorar un gran trozo de lasaña vegetariana y ayudar a que esta viajara con más libertad por mi garganta tomando soda, pregunté:

- Andy- él me miro, aun masticando. - ¿en que trabajas ahora?- Tom y (tu nombre) lo miraron, haciendo que se ruborizara un poco, pero después de tragar y apuntarme con el tenedor, abrió sus labios para responder.

- doy clases, clases de dibujo artístico.- sonrió.

- recuerdo que en la primaria sacabas las mejores calificaciones en artística.- él sonrió un poco apenado. Andy me había enseñado algunas cosas de dibujo, ya que él pasaba algunas tardes en clases para lo mismo.

- fuiste tú quien me enseñó a apreciar lo que sé hacer.- mordí mis labios, para no dejar que una estúpida risa de nervios me saliera de la boca.

Nos quedamos en silenció por unos minutos, era una comida muy silenciosa, nunca como las que yo siempre tenía en mente, algo como las que se hacían hace años en la casa de Gustav, donde lo único que se escuchaba era el ruido de nuestras voces, en cambio aquí, tan solo se escuchaba el ruido de los cubiertos chocar levemente con el plato de la comida, los vaso hacer un poco de ruido con la mesa al ser dejados ahí después de tomar de su contenido.

- ¿qué les pasa?- me atreví a preguntar; los tres me miraron a mí quizá, un poco confundidos.

- ¿Qué pasa con qué, Bill?- pregunto Tom, sonriendo levemente, como si en realidad no quisiere hacerlo.

- ninguno de ustedes habla, ¿se sienten enfermos?

- papá y mamá decían que a la hora de comer no se debía hablar.- respondió él mismo, como si me dijera que hacía mal en hablar.

- papá siempre hablo en la comida con Anette y Arabelle, creo que no siguió sus propias reglas.- sonreí para mí mismo y me silencie todo el tiempo desde entonces, comí con un poco de rapidez, pues era realmente aburrido comer sin hablar de nada.

De pronto, mi pecho subió y bajo, en busca de aire, comenzaba a sentirme un poco mareado, cerré mis ojos y respiré con lentitud, haciéndole saber a mis pulmones que no los estaba obligando a nada, haciéndole saber a mi garganta que podía hacer que el aire entrara sin dolor. Mi corazón saltaba, comenzaba a creer que tenía algún tipo de claustrofobia dentro de mí, tal vez mis venas lo amarraban, pues me golpeaba fuertemente, haciendo que yo mismo pudiera ver mi pecho saltar gracias a los latidos tan fuertes.

- ¿Bill?- mire a (tu nombre) y sonreí ampliamente, ella ladeo la cabeza, sabiendo que esa sonrisa no tenía una mierda que ver con lo que pasaba ahora. -¿te pasa algo?- negué.

- no…solo necesito tomar un poco de aire, ahora vuelvo.- salí de la mesa hacia el jardín, me recargué en la pared y de pronto fui saludado por mis pequeños amigos peludos, no le di caricias, estaba un poco exhausto, a decir verdad, muy exhausto, como si hubiera corrido por dos mil millas.

- Bill, amigo, ¿te sientes mal?- tome mi pecho, golpeándolo un poco fuerte, avisándole a mi corazón que se quedara quieto. Ahí vi a Andy, que me miraba serio, sin alguna expresión en su cara.

- no, no me siento mal, Andy.

- ¿Qué te duele?-  volví a tomar mi pecho, sin saber que eso era más bien una respuesta a la pregunta de Andy. -¿te duele el pecho, Bill?-  negué. Andy se acerco a mí y colocó la palma de su mano en mi pecho, la quito al tiro y me miro espantado.

- ¿Qué, que pasa?

- tus latidos son…son muy fuertes, solo mira esto.- colocó su mano nuevamente y claramente podía mirar su mano moverse al ritmo en el que mi corazón golpeaba para salir de ahí. Sonreí, pues algo en todo esto me causaba un poco de gracia.

- mi corazón nunca estuvo tan feliz.

- ¿Feliz?- asentí.

- por eso salta tanto, creo que si sigue así saldrá por mi boca, me duele.

- ¿te duele?- asentí. –Bill, no es normal, porque no vas a tu recamara, recuéstate un rato, ¿sí?- sin entender mucho, asentí y sin más subí a mi recamara, quité mis zapatos, Por fin estaba solo…

Mi corazón gritaba, lloraba y encima estaba enojado por no atenderlo, golpee mi pecho con mi mano una vez más, pues el dolor era demasiado.

- oh mierda, ¡ya para de una vez!- lo regañé, pero al parecer él se molesto demasiado por eso y dio una patada fuerte a mi pecho, haciéndome caer, me detuve de la cama y después me senté en la misma. –por favor, te prometo que iré a verte mañana por la mañana, pero por ahora duerme un momento, me duele.- aun más enojado, dio tantas patadas como le fue posible, haciéndome retorcerme de dolor. -¡ME DUELE, YA PARA, POR FAVOR! ¡ME DUELE, IDIOTA!

[…]

Me levante de la cama, (tu nombre) estaba despierta, con sus ojos muy abiertos mirando a la nada. Le moví con delicadeza y ella me miro un poco asustada.

- ¿Qué tienes, linda?

- no tengo nada, ¿por qué lo dices?

- no lo sé, pareciera que has visto un fantasma, ¿te sientes bien?

- sí, pero estoy un poco preocupada, ¿sabes?

- ¿ah, sí?- sonreí. –Sabes que las princesas no deben preocuparse.- sonrió con ternura.

- es que, no me preocupo por mí, me preocupo por mi príncipe.- rió. No pude sentirme más alagado en toda mi vida. - ¿Qué te paso en tu pecho,  Bill?-  sonreí y negué.

- te digo que no lo recuerdo, supongo que fue cuando Adam y su grupo de amigos me golpearon con palos.

- ¿en serio?

- eso creo, no debe ser nada, no te preocupes, linda.- ella sonrió y acarició mi cabello.

- ese idiota te dejo con tantas cicatrices en tu cuerpo.- con ese idiota, supongo que se refería a tantas personas que lo hicieron, pues Adam no se molestaba tanto en golpearme, le gustaba más decirme toda clase de insultos que en su mente aparecieran.

(Tu nombre) miró su reloj y se levantó de la cama rápidamente, tomo algo de ropa y se adentró al baño rápidamente. Nunca había visto una mujer tan dedicada como lo era ella, pero ¿Quién la culpaba?, si sus papás siempre habían sido tan dedicados con su trabajo y con ella. Por mi mente se paraba  la gran posibilidad de hacer esto aun más fuerte, pero no lo creía conveniente tan pronto, quizá con ahorita estábamos perfecto, tan solo esperaría un poco  más.

Ella salió del baño, no solía maquillarse mucho, era por eso que terminaba de arreglarse tan pronto. Abrió sus brazos sonriendo con ternura frente a la cama, me levante de la misma y camine hacia ella, en volviéndola en un abrazo.

- espero volver pronto.

- espero lo mismo.- la mire a los ojos y di un pequeño beso en sus labios. –cuídate mucho, linda, te amo.

- yo también te amo, Bill.- acaricié su mejilla por unos segundos.

- espero que nos podamos ver en la tarde, para salir.- ella sonrió y asintió, camino a la puerta y me miro.

- te amo, Bill, cuídate.- salió de la recamara.

Me decidí a que, ahora que estaba solo, sin (tu nombre), podría aprovechar en ir a revisar a mi corazón, porque realmente estaba molestándome demasiado. Tome mi bolso y camine hacia la puerta. Era muy temprano para levantar a Tom, sabía que se molestaría, así que no me molesté en ir a despertarle.

[…]

- ¿Dónde te duele?- toqué mi pecho, el lado derecho, donde se encontraba mi corazón. Él levanto mi playera y comenzó a tocarme. -¿puedes recostarte?- asentí, deje mi espalda caer, era una camilla realmente fría, pues era solo de metal que me congelaba la espalda. Comenzó con pequeños golpecitos con sus dedos, después paró y volvió a tocarme. - ¿cómo es el dolor, puedes describirlo?

- emm, bueno, me siento cansado, como si hubiera hecho algún tipo de ejercicio que me hubiera puesto exhausto, después siento un gran dolor, como si mi corazón quisiera salirse de su lugar, como si no pudiera respirar.

- hum…- asintió y después colocó el estetoscopio en su oído y lo acerco a mi pecho, escuchando mi corazón. Su cara se transformó en la de alguna persona que hubiera visto algo paranormal y fue ahí también cuando mi corazón despertó y comenzó a patalear, como si eso fuera su único trabajo, como si trabajara en alguna fabrica en donde se especializa en patear mi pecho.

- ahh…- gemí de dolor, el apretó un poco más ese círculo de metal y negó.

- puedes vestirte.- me senté y coloqué mi playera. –Ven acércate.- nos sentamos en una pequeña sala que había ahí. – cuando tu papá supo que tenías un tumor, te llevaron a operar, dijeron que tenías que ir cada determinados meses a tratamiento, ¿Cómo fue ese tratamiento?

- no hubo, papá de pronto dejo de llevarme.

- pues hizo muy mal.- asentí, sabiendo claramente que lo había hecho. – Ven, ¿puedo tomarte una radiografía?- asentí de nuevo. Quite mi playera y pronto y en poco tiempo termino con el proceso, volví a vestirme y me mostro los resultados.

Mi pecho sufrió de ataques, pues ese tumor podría confundirse con mi corazón, era tan grande, que ahora podía comprender a mi corazón cuando me pateaba fuertemente.

- ¿moriré?- pregunté, con la voz hecha una mierda. Fue lo único que me paso por la mente al ver esa horrible imagen.

- bueno, tenemos que hacerte estudios, tal vez una que otra operación.

- ¿entonces tal vez muera?- asintió.

- sí, tuviste que ser medicado hace tanto, desde que supiste lo del tumor.- lo dijo…tan indiferente, como si morir fuera algo que todos quisieran.

- lo sé…- salí de ahí, con la mirada en alto, sin llorar.

Esto era duro, de verdad, pero sabía que no moriría, era absurdo, era estúpido. Imaginar que mi vida no pudo llegar hasta los treinta era ilógico, tal vez con los medicamentos esté bien, tal vez lo que necesito sea un poco de descanso, es todo. No pude evitar que algunas lagrimas me cayeran de los ojos, pero no deje que otras más cayeran, porque llorar es para alguien que se ha rendido y yo no dejaría esto tan pronto, aun estaba a buen tiempo de ser operado, de ser medicado, apenas eran tres o cuatro años que mi corazón había crecido a su tamaño autentico, y esos tres o cuatro años podrían ser recobrados pronto.

Llegué a  casa, (tu nombre) no estaba, y al parecer, Tom tampoco. Subí a mi recámara y por primera vez  pude extrañar mi antigua habitación, pude extrañar la inexistencia de amor y atención en mi casa, de alguna forma, todos alguna vez extrañamos algo de nuestra vida pasada, sea buena o mala, es como adictivo querer lo que no tienes, ahora, por estúpido que pareciera, extrañaba a Adam, a  Boris y a sus amigos, no, no extrañaba esa parte, en donde me golpeaban y maldecían, extrañaba a ese Bill.

Por inexistencia de amigos, parejas, familia, por ese mundo gris y vacío que se encontraba en Loítsche, por ese mundo perfecto que yo mismo me creaba, ese país perfecto, como si fuera el paraíso…mi paraíso… el paraíso donde existía yo, y todo lo que me gustaba, un mundo en donde solo yo entendía que hacía cada una de esas cosas ahí, el lugar donde pase lo que pase, la felicidad predominaba en cada rincón de ahí.

Me senté en el sofá frente a la televisión y comencé a husmear en mi propio bolso, en busca de mi nueva y adictiva droga, la que me hacía, por una parte, permanecer en ese mundo perfecto, en donde la inocencia me hacía ser más fuerte y por fuerte me refiero a estúpido, imbécil, creyendo que papá podría cambiar y regresar de nuevo con mamá. Tome la caja y sin más preámbulos la abrí con rapidez y fui a la hoja en la que estaba.

 Dicen que olvidar hace que todo duela menos.

Tienes nueve años, y no, no ha excusa del porque he estado dos años sin escribir, mas la posible razón de que te he llevado al doctor a que te revisen. Me han dicho que el tratamiento reaccionaba perfectamente en tu corazón, que si seguía así podrías no necesitar una operación nueva.

Pero detrás de lo bueno siempre hay algo malo, y es que tu madre ha hablado para saber cómo estabas, al decirle lo que te pasaba ella lo único que hizo fue gritarme porque todo lo que hacía estaba mal, que ibas a morir por mi culpa y estupideces como esas. Y bien, si ella estaba tan segura de ser tu quien murieras por mi culpa, iba a cumplirlo. Deje de enviarte al doctor, deje de preocuparme tanto cuando desmayabas y me decías que te dolía el pecho, deje de prestarle atención a tu maldita enfermedad y fue así como comencé a alejarme de ti.
Hoy llegaste a mi recamara, te he reprendido por no tocar, pero después te he dejado entrar, me dijiste que tenías algo para mí y corriste hacia donde yo estaba y lo pusiste sobre la cama, me felicitaste sin yo saber la razón de ello, pero al leer esa carta supe porque lo dijiste: hoy era el famoso “Día del padre”.

A veces no entendía la razón de tu amor, porque simplemente, a pesar de que yo te golpeara me querías, me abrazabas y me decías cosas lindas, realmente nunca lo entendí pero no hice nada porque pararas.  Los dos fuimos olvidando tu enfermedad y comencé a tratarte como un niño normal, un niño sin problemas y un niño son valor, comencé a prohibirte salidas con tu amigo, salidas conmigo y toda clase de lujos que podría darte…creo que así no tendría que pasar de nuevo por esa enfermedad.

Jörg, tu papá.

Había una hoja arrugada y un poco amarillenta, la abrí con cuidado y ahí había un dibujo. En el estaban dos personas, era papá y yo, tomados de la mano con una realmente grande sonrisa, por el lado superior había un escrito: “Gracias por ser el mejor papá del mundo, ¡Te quiero!”. Detrás del dibujo decía: “De: Bill para: papi.”

Sonreí ante el estúpido dibujo y las estúpidas palabras. Esa letra tan grande y redonda, tan mal escrita con un crayón color azul marino, casi tocando las caras de los horribles dibujos que había hecho en ella.

Todo comenzó a cambiar entre nosotros.

Tienes diez años y con diez años te has vuelto un niño nada normal, y no lo digo por decir, realmente no eres normal, tengo mis razones, razones que seguro cuando leas esto, creerás que tampoco fuiste normal.

Comenzaste a maquillarte, tus ojos ahora tienen sombra, delineador y mascara para tus pestañas color negro, te golpee y regañe hasta hacerte llorar, no querías dejar de hacerlo y claro, con un niño como tú, no pude hacer nada, más que dejártelo usar. Comenzaste a ser un niño raro, no hablabas nunca, no me mirabas a los ojos por más de un par de segundos, siempre tenías la mirada baja y al hablarme, tu voz sonaba tan pequeña y casi inaudible.

Creí que esto era parte del crecimiento, pero me canse de ti. Llegaste a casa con aretes en tu ceja y tus orejas, te obligue a quitártelos, pero no me escuchaste hasta que te aprendí con golpes…se podría decir que ahora mi mejor amigo eran los cinturones y el mejor sonido eran los mismos chocando con tu piel.

Comenzaste con ropa negra, te pintabas las uñas y conseguiste de saber donde, pulseras negras con afilados estoperoles. Temí, de verdad temí, porque por mi cabeza me pasaban ideas absurdas sobre lo que te convertías; traté de hablar contigo, hablar para solucionar las cosas, porque tu antes no eras así, eras un niño feliz y pronto te convertiste en un niño solitario, sin amigos más que Andreas. No quisiste escucharme, fuiste a llorar a tu recamara. No sabía qué hacer, realmente no, porque me ponía mal verte así, pero me enojaba que no fueras capaz de decirme lo que te pasaba.

Jörg, tu papá.

 La soledad no es sinónimo de un niño feliz.

Eres rebelde, eres mentiroso y al parecer eres homosexual. No te lo digo por joda, parece que Andreas se ha convertido en alguien demasiado especial para ti, pareces estar enamorado de él y quererlo como si fuera un hermano. Te lo he preguntado, porque no aceptaría que fueras homosexual de nuevo.

Me has dicho que no lo eres, me has gritado y has llorado por lo mismo, tus comportamientos no son normales en un niño de diez años, te he golpeado, te he castigado y encerrado en tu cuarto sin una miga de pan ni una gota de agua, pero sigues siendo el mismo Bill con comportamientos extraños. Me siento triste, porque se ha perdido toda clase de buenos tiempos que solíamos pasar, siento que estoy haciendo todo mal, que soy un mal padre y que encima no me quieres nada de nada.

Supuse que esto se te pasaría pronto, pero al pasar las semanas y cumplir once años, te volviste una persona realmente alejada del mundo que te rodeaba, te daba miedo salir, te daba miedo ir a la escuela, te daba miedo mirarme y hablarme, te daba miedo estar conmigo.  Pero no le di más vueltas a nada, tú no querías hablar conmigo ni comentarme lo que te pasaba, así que me convertí en el padre al cual tú debías respetar pese a que no me querías, no iba a rendirme contigo, pues sabía que algo te pasaba.

Hable con mis amigos, me dijeron que mientras más te golpeara y te hiciera ver que soy yo la persona a la que tú debes respetar, tu serías el niño que antes era, y decidí seguir su consejo. Comencé a golpearte más duro, ahora con mi calzado y mis fuertes manos, tú llorabas, me pedías que no lo hiciera, pero eso era lo que me habían dicho que estaba bien. Pero algo estaba mal, no parecías comprenderme y comencé a hartarme de ti y tu comportamiento.

Jörg, tu papá.

Papá creía que lo que hacía estaba bien, pero no porque él quería, si no porque esos estúpidos amigos suyos lo hicieron cambiar radicalmente, le metieron cosas en la cabeza, cosas que tenían por consecuencia una segura familia rota, porque no se podría compensar todos los años perdidos.

- ya llegué, Bill.- me vire, era (tu nombre), sonriendo ampliamente. Cerré la caja y la metí en el cajón con rapidez. -¿Cómo estás?

- estoy bien, ¿Cómo te fue?- se acerco a mí.

- bien.- dio un pequeño beso en mis labios. –parece que tú no estás bien, ¿Qué tienes?

- no tengo nada.- sonreí. - ¿saldremos hoy?- ella asintió.

- claro que si, tonto.- di un pequeño golpecito en su hombro. –se un lindo lugar al cual podemos ir.

- ¿A dónde?- miro hacia arriba y después volvió su mirada.

- será una sorpresa.

- vamos, odio las sorpresas.

- ya lo sé, por eso es una sorpresa aun más grande.- rió.

- te odio.- ella se carcajeó.

- yo también.- dio un beso en mis labios, un beso el cual jamás, en todo el tiempo que juntos estábamos habíamos experimentado, era un beso algo apasionado, pero nuestras lenguas aun no se atrevían a jugar con la contraria, solo permanecían dormidas durante el beso. Nuestros labios se abrían bastante grande y podía escuchar algunos sonidos húmedos, ella acarició mi espalda por bajo mi playera y lo único que pude hacer fue sonreír al sentir sus delicadas manos pasar por mi espalda.

- te amo, (tu nombre).- dije después de separarnos, ella sonrió y me dio un abrazo, colocando su cabeza sobre mi pecho.

- yo te amo aun más.- de pronto volví a sentirme un poco exhausto, así que me recosté en la cama.

- sabes…- dije entrecortado gracias a mi pecho. –tengo…tengo algo muy importante que contar…

- ¿Qué es?- dijo sin dejar de abrazarme, y comencé a dudar, pero ella debía saber todo lo que me pasaba en estos momentos.

- ¿sabes?...mejor te lo digo cuando salgamos…

- ¿Qué tienes, Bill?- se levantó, comenzaba a transpirar un poco. -¿Por qué respiras de esa forma?

- no lo sé.- sonreí. -¿Por qué mejor no nos vamos ya?

- bueno…pero, por favor, Bill, si te sientes mal, dímelo.- asentí.

- es por eso que tengo que hablar contigo.- sonrió sin muchas ganas. Nos levantamos de la cama y salimos de la habitación. Tom aun no llegaba y decidimos que sería mejor salir a comer.


3 comentarios:

  1. dios ame el capitulo
    y de que sera de lo que Bill
    va a hablr con Tn
    acaso le dira lo que
    le susede a el???
    dios siguela si no la dejes asi!
    Continuala prontoo porfavor :D
    amo tu fic y siento que los
    amigos de el padre de Bill
    estan muy mal ya que no con
    pegarle a los hijos se
    solucionaran los problema
    continara pliss vale
    cudiate tkm abe n.n

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  2. OMG " vamos Bill espero que no mueras ".
    Mmm me encantó espero que en esta fic no muera nadie.
    como la otra y me hizo llorar huaycos por dias.
    =), espero que nadie muera, tiene que ser un final feliz.
    AMo esta fic, SIGUELA

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  3. WOW!!!!!!!! Bill se tiene q cuidar muchoooo xq no le puede pasar NADA!!!!!!

    y ps esta bien q le cuente todo a (TN)creo q se merece saber todo!!!!

    ME ENCANTO esta super genial tu fic sube pronto plisssss

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