Nos sentamos todos a comer, mi mirada no podía apartarse de Andy, comía
con algo de vergüenza, miraba a todas partes antes de dar un bocado, pronto la
duda me envolvió, las preguntas comenzaron a revolverse en mi cabeza, y
entonces, después de devorar un gran trozo de lasaña vegetariana y ayudar a que
esta viajara con más libertad por mi garganta tomando soda, pregunté:
- Andy- él me miro, aun masticando. - ¿en que trabajas ahora?- Tom y (tu
nombre) lo miraron, haciendo que se ruborizara un poco, pero después de tragar
y apuntarme con el tenedor, abrió sus labios para responder.
- doy clases, clases de dibujo artístico.- sonrió.
- recuerdo que en la primaria sacabas las mejores calificaciones en
artística.- él sonrió un poco apenado. Andy me había enseñado algunas cosas de
dibujo, ya que él pasaba algunas tardes en clases para lo mismo.
- fuiste tú quien me enseñó a apreciar lo que sé hacer.- mordí mis
labios, para no dejar que una estúpida risa de nervios me saliera de la boca.
Nos quedamos en silenció por unos minutos, era una comida muy
silenciosa, nunca como las que yo siempre tenía en mente, algo como las que se
hacían hace años en la casa de Gustav, donde lo único que se escuchaba era el
ruido de nuestras voces, en cambio aquí, tan solo se escuchaba el ruido de los
cubiertos chocar levemente con el plato de la comida, los vaso hacer un poco de
ruido con la mesa al ser dejados ahí después de tomar de su contenido.
- ¿qué les pasa?- me atreví a preguntar; los tres me miraron a mí quizá,
un poco confundidos.
- ¿Qué pasa con qué, Bill?- pregunto Tom, sonriendo levemente, como si
en realidad no quisiere hacerlo.
- ninguno de ustedes habla, ¿se sienten enfermos?
- papá y mamá decían que a la hora de comer no se debía hablar.-
respondió él mismo, como si me dijera que hacía mal en hablar.
- papá siempre hablo en la comida con Anette y Arabelle, creo que no
siguió sus propias reglas.- sonreí para mí mismo y me silencie todo el tiempo
desde entonces, comí con un poco de rapidez, pues era realmente aburrido comer
sin hablar de nada.
De pronto, mi pecho subió y bajo, en busca de aire, comenzaba a sentirme
un poco mareado, cerré mis ojos y respiré con lentitud, haciéndole saber a mis
pulmones que no los estaba obligando a nada, haciéndole saber a mi garganta que
podía hacer que el aire entrara sin dolor. Mi corazón saltaba, comenzaba a
creer que tenía algún tipo de claustrofobia dentro de mí, tal vez mis venas lo
amarraban, pues me golpeaba fuertemente, haciendo que yo mismo pudiera ver mi
pecho saltar gracias a los latidos tan fuertes.
- ¿Bill?- mire a (tu nombre) y sonreí ampliamente, ella ladeo la cabeza,
sabiendo que esa sonrisa no tenía una mierda que ver con lo que pasaba ahora.
-¿te pasa algo?- negué.
- no…solo necesito tomar un poco de aire, ahora vuelvo.- salí de la mesa
hacia el jardín, me recargué en la pared y de pronto fui saludado por mis
pequeños amigos peludos, no le di caricias, estaba un poco exhausto, a decir
verdad, muy exhausto, como si hubiera corrido por dos mil millas.
- Bill, amigo, ¿te sientes mal?- tome mi pecho, golpeándolo un poco
fuerte, avisándole a mi corazón que se quedara quieto. Ahí vi a Andy, que me
miraba serio, sin alguna expresión en su cara.
- no, no me siento mal, Andy.
- ¿Qué te duele?- volví a tomar
mi pecho, sin saber que eso era más bien una respuesta a la pregunta de Andy.
-¿te duele el pecho, Bill?- negué. Andy
se acerco a mí y colocó la palma de su mano en mi pecho, la quito al tiro y me
miro espantado.
- ¿Qué, que pasa?
- tus latidos son…son muy fuertes, solo mira esto.- colocó su mano
nuevamente y claramente podía mirar su mano moverse al ritmo en el que mi
corazón golpeaba para salir de ahí. Sonreí, pues algo en todo esto me causaba
un poco de gracia.
- mi corazón nunca estuvo tan feliz.
- ¿Feliz?- asentí.
- por eso salta tanto, creo que si sigue así saldrá por mi boca, me
duele.
- ¿te duele?- asentí. –Bill, no es normal, porque no vas a tu recamara,
recuéstate un rato, ¿sí?- sin entender mucho, asentí y sin más subí a mi
recamara, quité mis zapatos, Por fin estaba solo…
Mi corazón gritaba, lloraba y encima estaba enojado por no atenderlo,
golpee mi pecho con mi mano una vez más, pues el dolor era demasiado.
- oh mierda, ¡ya para de una vez!- lo regañé, pero al parecer él se
molesto demasiado por eso y dio una patada fuerte a mi pecho, haciéndome caer,
me detuve de la cama y después me senté en la misma. –por favor, te prometo que
iré a verte mañana por la mañana, pero por ahora duerme un momento, me duele.-
aun más enojado, dio tantas patadas como le fue posible, haciéndome retorcerme
de dolor. -¡ME DUELE, YA PARA, POR FAVOR! ¡ME DUELE, IDIOTA!
[…]
Me levante de la cama, (tu nombre) estaba despierta, con sus ojos muy
abiertos mirando a la nada. Le moví con delicadeza y ella me miro un poco
asustada.
- ¿Qué tienes, linda?
- no tengo nada, ¿por qué lo dices?
- no lo sé, pareciera que has visto un fantasma, ¿te sientes bien?
- sí, pero estoy un poco preocupada, ¿sabes?
- ¿ah, sí?- sonreí. –Sabes que las princesas no deben preocuparse.-
sonrió con ternura.
- es que, no me preocupo por mí, me preocupo por mi príncipe.- rió. No
pude sentirme más alagado en toda mi vida. - ¿Qué te paso en tu pecho, Bill?-
sonreí y negué.
- te digo que no lo recuerdo, supongo que fue cuando Adam y su grupo de
amigos me golpearon con palos.
- ¿en serio?
- eso creo, no debe ser nada, no te preocupes, linda.- ella sonrió y
acarició mi cabello.
- ese idiota te dejo con tantas cicatrices en tu cuerpo.- con ese
idiota, supongo que se refería a tantas personas que lo hicieron, pues Adam no
se molestaba tanto en golpearme, le gustaba más decirme toda clase de insultos
que en su mente aparecieran.
(Tu nombre) miró su reloj y se levantó de la cama rápidamente, tomo algo
de ropa y se adentró al baño rápidamente. Nunca había visto una mujer tan dedicada
como lo era ella, pero ¿Quién la culpaba?, si sus papás siempre habían sido tan
dedicados con su trabajo y con ella. Por mi mente se paraba la gran posibilidad de hacer esto aun más
fuerte, pero no lo creía conveniente tan pronto, quizá con ahorita estábamos perfecto,
tan solo esperaría un poco más.
Ella salió del baño, no solía maquillarse mucho, era por eso que
terminaba de arreglarse tan pronto. Abrió sus brazos sonriendo con ternura
frente a la cama, me levante de la misma y camine hacia ella, en volviéndola en
un abrazo.
- espero volver pronto.
- espero lo mismo.- la mire a los ojos y di un pequeño beso en sus labios.
–cuídate mucho, linda, te amo.
- yo también te amo, Bill.- acaricié su mejilla por unos segundos.
- espero que nos podamos ver en la tarde, para salir.- ella sonrió y
asintió, camino a la puerta y me miro.
- te amo, Bill, cuídate.- salió de la recamara.
Me decidí a que, ahora que estaba solo, sin (tu nombre), podría aprovechar
en ir a revisar a mi corazón, porque realmente estaba molestándome demasiado. Tome
mi bolso y camine hacia la puerta. Era muy temprano para levantar a Tom, sabía
que se molestaría, así que no me molesté en ir a despertarle.
[…]
- ¿Dónde te duele?- toqué mi pecho, el lado derecho, donde se encontraba
mi corazón. Él levanto mi playera y comenzó a tocarme. -¿puedes recostarte?-
asentí, deje mi espalda caer, era una camilla realmente fría, pues era solo de
metal que me congelaba la espalda. Comenzó con pequeños golpecitos con sus
dedos, después paró y volvió a tocarme. - ¿cómo es el dolor, puedes
describirlo?
- emm, bueno, me siento cansado, como si hubiera hecho algún tipo de
ejercicio que me hubiera puesto exhausto, después siento un gran dolor, como si
mi corazón quisiera salirse de su lugar, como si no pudiera respirar.
- hum…- asintió y después colocó el estetoscopio en su oído y lo acerco
a mi pecho, escuchando mi corazón. Su cara se transformó en la de alguna
persona que hubiera visto algo paranormal y fue ahí también cuando mi corazón
despertó y comenzó a patalear, como si eso fuera su único trabajo, como si
trabajara en alguna fabrica en donde se especializa en patear mi pecho.
- ahh…- gemí de dolor, el apretó un poco más ese círculo de metal y
negó.
- puedes vestirte.- me senté y coloqué mi playera. –Ven acércate.- nos
sentamos en una pequeña sala que había ahí. – cuando tu papá supo que tenías un
tumor, te llevaron a operar, dijeron que tenías que ir cada determinados meses
a tratamiento, ¿Cómo fue ese tratamiento?
- no hubo, papá de pronto dejo de llevarme.
- pues hizo muy mal.- asentí, sabiendo claramente que lo había hecho. – Ven,
¿puedo tomarte una radiografía?- asentí de nuevo. Quite mi playera y pronto y
en poco tiempo termino con el proceso, volví a vestirme y me mostro los
resultados.
Mi pecho sufrió de ataques, pues ese tumor podría confundirse con mi
corazón, era tan grande, que ahora podía comprender a mi corazón cuando me
pateaba fuertemente.
- ¿moriré?- pregunté, con la voz hecha una mierda. Fue lo único que me
paso por la mente al ver esa horrible imagen.
- bueno, tenemos que hacerte estudios, tal vez una que otra operación.
- ¿entonces tal vez muera?- asintió.
- sí, tuviste que ser medicado hace tanto, desde que supiste lo del
tumor.- lo dijo…tan indiferente, como si morir fuera algo que todos quisieran.
- lo sé…- salí de ahí, con la mirada en alto, sin llorar.
Esto era duro, de verdad, pero sabía que no moriría, era absurdo, era
estúpido. Imaginar que mi vida no pudo llegar hasta los treinta era ilógico,
tal vez con los medicamentos esté bien, tal vez lo que necesito sea un poco de
descanso, es todo. No pude evitar que algunas lagrimas me cayeran de los ojos,
pero no deje que otras más cayeran, porque llorar es para alguien que se ha
rendido y yo no dejaría esto tan pronto, aun estaba a buen tiempo de ser
operado, de ser medicado, apenas eran tres o cuatro años que mi corazón había
crecido a su tamaño autentico, y esos tres o cuatro años podrían ser recobrados
pronto.
Llegué a casa, (tu nombre) no
estaba, y al parecer, Tom tampoco. Subí a mi recámara y por primera vez pude extrañar mi antigua habitación, pude
extrañar la inexistencia de amor y atención en mi casa, de alguna forma, todos
alguna vez extrañamos algo de nuestra vida pasada, sea buena o mala, es como
adictivo querer lo que no tienes, ahora, por estúpido que pareciera, extrañaba
a Adam, a Boris y a sus amigos, no, no
extrañaba esa parte, en donde me golpeaban y maldecían, extrañaba a ese Bill.
Por inexistencia de amigos, parejas, familia, por ese mundo gris y vacío
que se encontraba en Loítsche, por ese mundo perfecto que yo mismo me creaba,
ese país perfecto, como si fuera el paraíso…mi paraíso… el paraíso donde
existía yo, y todo lo que me gustaba, un mundo en donde solo yo entendía que hacía
cada una de esas cosas ahí, el lugar donde pase lo que pase, la felicidad
predominaba en cada rincón de ahí.
Me senté en el sofá frente a la televisión y comencé a husmear en mi
propio bolso, en busca de mi nueva y adictiva droga, la que me hacía, por una
parte, permanecer en ese mundo perfecto, en donde la inocencia me hacía ser más
fuerte y por fuerte me refiero a estúpido, imbécil, creyendo que papá podría
cambiar y regresar de nuevo con mamá. Tome la caja y sin más preámbulos la abrí
con rapidez y fui a la hoja en la que estaba.
Dicen que olvidar hace que todo duela menos.
Tienes nueve años, y no, no ha excusa del porque he estado dos años sin
escribir, mas la posible razón de que te he llevado al doctor a que te revisen.
Me han dicho que el tratamiento reaccionaba perfectamente en tu corazón, que si
seguía así podrías no necesitar una operación nueva.
Pero detrás de lo bueno siempre hay algo malo, y es que tu madre ha
hablado para saber cómo estabas, al decirle lo que te pasaba ella lo único que
hizo fue gritarme porque todo lo que hacía estaba mal, que ibas a morir por mi
culpa y estupideces como esas. Y bien, si ella estaba tan segura de ser tu
quien murieras por mi culpa, iba a cumplirlo. Deje de enviarte al doctor, deje
de preocuparme tanto cuando desmayabas y me decías que te dolía el pecho, deje
de prestarle atención a tu maldita enfermedad y fue así como comencé a alejarme
de ti.
Hoy llegaste a mi recamara, te he reprendido por no tocar, pero después
te he dejado entrar, me dijiste que tenías algo para mí y corriste hacia donde
yo estaba y lo pusiste sobre la cama, me felicitaste sin yo saber la razón de
ello, pero al leer esa carta supe porque lo dijiste: hoy era el famoso “Día del
padre”.
A veces no entendía la razón de tu amor, porque simplemente, a pesar de
que yo te golpeara me querías, me abrazabas y me decías cosas lindas, realmente
nunca lo entendí pero no hice nada porque pararas. Los dos fuimos olvidando tu enfermedad y
comencé a tratarte como un niño normal, un niño sin problemas y un niño son
valor, comencé a prohibirte salidas con tu amigo, salidas conmigo y toda clase
de lujos que podría darte…creo que así no tendría que pasar de nuevo por esa
enfermedad.
Jörg, tu papá.
Había una hoja arrugada y un poco amarillenta, la abrí con cuidado y ahí
había un dibujo. En el estaban dos personas, era papá y yo, tomados de la mano
con una realmente grande sonrisa, por el lado superior había un escrito: “Gracias
por ser el mejor papá del mundo, ¡Te quiero!”. Detrás del dibujo decía: “De:
Bill para: papi.”
Sonreí ante el estúpido dibujo y las estúpidas palabras. Esa letra tan
grande y redonda, tan mal escrita con un crayón color azul marino, casi tocando
las caras de los horribles dibujos que había hecho en ella.
Todo comenzó a cambiar entre
nosotros.
Tienes diez años y con diez años te has vuelto un niño nada normal, y no
lo digo por decir, realmente no eres normal, tengo mis razones, razones que
seguro cuando leas esto, creerás que tampoco fuiste normal.
Comenzaste a maquillarte, tus ojos ahora tienen sombra, delineador y
mascara para tus pestañas color negro, te golpee y regañe hasta hacerte llorar,
no querías dejar de hacerlo y claro, con un niño como tú, no pude hacer nada,
más que dejártelo usar. Comenzaste a ser un niño raro, no hablabas nunca, no me
mirabas a los ojos por más de un par de segundos, siempre tenías la mirada baja
y al hablarme, tu voz sonaba tan pequeña y casi inaudible.
Creí que esto era parte del crecimiento, pero me canse de ti. Llegaste a
casa con aretes en tu ceja y tus orejas, te obligue a quitártelos, pero no me
escuchaste hasta que te aprendí con golpes…se podría decir que ahora mi mejor
amigo eran los cinturones y el mejor sonido eran los mismos chocando con tu
piel.
Comenzaste con ropa negra, te pintabas las uñas y conseguiste de saber
donde, pulseras negras con afilados estoperoles. Temí, de verdad temí, porque
por mi cabeza me pasaban ideas absurdas sobre lo que te convertías; traté de
hablar contigo, hablar para solucionar las cosas, porque tu antes no eras así,
eras un niño feliz y pronto te convertiste en un niño solitario, sin amigos más
que Andreas. No quisiste escucharme, fuiste a llorar a tu recamara. No sabía
qué hacer, realmente no, porque me ponía mal verte así, pero me enojaba que no
fueras capaz de decirme lo que te pasaba.
Jörg, tu papá.
La soledad no es sinónimo de un niño feliz.
Eres rebelde, eres mentiroso y al parecer eres homosexual. No te lo digo
por joda, parece que Andreas se ha convertido en alguien demasiado especial
para ti, pareces estar enamorado de él y quererlo como si fuera un hermano. Te lo
he preguntado, porque no aceptaría que fueras homosexual de nuevo.
Me has dicho que no lo eres, me has gritado y has llorado por lo mismo,
tus comportamientos no son normales en un niño de diez años, te he golpeado, te
he castigado y encerrado en tu cuarto sin una miga de pan ni una gota de agua,
pero sigues siendo el mismo Bill con comportamientos extraños. Me siento
triste, porque se ha perdido toda clase de buenos tiempos que solíamos pasar,
siento que estoy haciendo todo mal, que soy un mal padre y que encima no me
quieres nada de nada.
Supuse que esto se te pasaría pronto, pero al pasar las semanas y
cumplir once años, te volviste una persona realmente alejada del mundo que te
rodeaba, te daba miedo salir, te daba miedo ir a la escuela, te daba miedo
mirarme y hablarme, te daba miedo estar conmigo. Pero no le di más vueltas a nada, tú no
querías hablar conmigo ni comentarme lo que te pasaba, así que me convertí en
el padre al cual tú debías respetar pese a que no me querías, no iba a rendirme
contigo, pues sabía que algo te pasaba.
Hable con mis amigos, me dijeron que mientras más te golpeara y te
hiciera ver que soy yo la persona a la que tú debes respetar, tu serías el niño
que antes era, y decidí seguir su consejo. Comencé a golpearte más duro, ahora
con mi calzado y mis fuertes manos, tú llorabas, me pedías que no lo hiciera,
pero eso era lo que me habían dicho que estaba bien. Pero algo estaba mal, no
parecías comprenderme y comencé a hartarme de ti y tu comportamiento.
Jörg, tu papá.
Papá creía que lo que hacía estaba bien, pero no porque él quería, si no
porque esos estúpidos amigos suyos lo hicieron cambiar radicalmente, le
metieron cosas en la cabeza, cosas que tenían por consecuencia una segura
familia rota, porque no se podría compensar todos los años perdidos.
- ya llegué, Bill.- me vire, era (tu nombre), sonriendo ampliamente. Cerré
la caja y la metí en el cajón con rapidez. -¿Cómo estás?
- estoy bien, ¿Cómo te fue?- se acerco a mí.
- bien.- dio un pequeño beso en mis labios. –parece que tú no estás
bien, ¿Qué tienes?
- no tengo nada.- sonreí. - ¿saldremos hoy?- ella asintió.
- claro que si, tonto.- di un pequeño golpecito en su hombro. –se un
lindo lugar al cual podemos ir.
- ¿A dónde?- miro hacia arriba y después volvió su mirada.
- será una sorpresa.
- vamos, odio las sorpresas.
- ya lo sé, por eso es una sorpresa aun más grande.- rió.
- te odio.- ella se carcajeó.
- yo también.- dio un beso en mis labios, un beso el cual jamás, en todo
el tiempo que juntos estábamos habíamos experimentado, era un beso algo
apasionado, pero nuestras lenguas aun no se atrevían a jugar con la contraria,
solo permanecían dormidas durante el beso. Nuestros labios se abrían bastante
grande y podía escuchar algunos sonidos húmedos, ella acarició mi espalda por
bajo mi playera y lo único que pude hacer fue sonreír al sentir sus delicadas
manos pasar por mi espalda.
- te amo, (tu nombre).- dije después de separarnos, ella sonrió y me dio
un abrazo, colocando su cabeza sobre mi pecho.
- yo te amo aun más.- de pronto volví a sentirme un poco exhausto, así
que me recosté en la cama.
- sabes…- dije entrecortado gracias a mi pecho. –tengo…tengo algo muy
importante que contar…
- ¿Qué es?- dijo sin dejar de abrazarme, y comencé a dudar, pero ella
debía saber todo lo que me pasaba en estos momentos.
- ¿sabes?...mejor te lo digo cuando salgamos…
- ¿Qué tienes, Bill?- se levantó, comenzaba a transpirar un poco. -¿Por
qué respiras de esa forma?
- no lo sé.- sonreí. -¿Por qué mejor no nos vamos ya?
- bueno…pero, por favor, Bill, si te sientes mal, dímelo.- asentí.
- es por eso que tengo que hablar contigo.- sonrió sin muchas ganas. Nos
levantamos de la cama y salimos de la habitación. Tom aun no llegaba y
decidimos que sería mejor salir a comer.
dios ame el capitulo
ResponderEliminary de que sera de lo que Bill
va a hablr con Tn
acaso le dira lo que
le susede a el???
dios siguela si no la dejes asi!
Continuala prontoo porfavor :D
amo tu fic y siento que los
amigos de el padre de Bill
estan muy mal ya que no con
pegarle a los hijos se
solucionaran los problema
continara pliss vale
cudiate tkm abe n.n
OMG " vamos Bill espero que no mueras ".
ResponderEliminarMmm me encantó espero que en esta fic no muera nadie.
como la otra y me hizo llorar huaycos por dias.
=), espero que nadie muera, tiene que ser un final feliz.
AMo esta fic, SIGUELA
WOW!!!!!!!! Bill se tiene q cuidar muchoooo xq no le puede pasar NADA!!!!!!
ResponderEliminary ps esta bien q le cuente todo a (TN)creo q se merece saber todo!!!!
ME ENCANTO esta super genial tu fic sube pronto plisssss