martes, 17 de julio de 2012

capitulo 105


By Bill

Nunca me había sentido de esta forma, nunca creí volver a pasar por lo mismo, volver a dejar mi hogar, volver a dejar todo lo que quería… Era como comenzar con una nueva vida, llena de personas nuevas, tan solo conociendo a una persona… a mí.

Mis ojos se secaron, de alguna forma comenzaba a darme por vencido, a resignarme con lo que estaba pasando ahora. Miré hacia la ventana, el viaje era corto, una o dos horas, no más; escuché un pequeño suspiro a mi lado, (tu nombre) ya dormía, algo pálida, inexpresiva; acaricié su mejilla e incliné el asiento hacia atrás, sonriendo.

[…]

(Tu nombre) hizo unas llamadas por el celular y después, pidió un taxi para ambos; no habíamos hablado en todo el recorrido y apenas nos miramos por unas milésimas de segundos, parecía como si fuéramos enemigos o desconocidos; como si nunca hubiéramos hablado en todo nuestra vida. Entramos en el auto y nos dirigimos a un lugar desconocido para mí, pero (tu nombre) parecía muy segura de nuestro destino, así que, lo único que pude hacer, fue confiar en ella, finalmente en ella siempre estaba la última palabra, no en mi.

El auto se detuvo de pronto frente a una pequeña casa blanca, la puerta era grande, de madera oscura; tenía una gran ventana con unas cortinas blancas. (tu nombre) bajó del auto, agradeciendo y pagando al hombre; la miré con confusión, pero su respuesta me dejó insatisfecho, pues solo me miró, esperando a que bajara del auto. Y lo hice. Bajé mis maletas y cerré la puerta del auto, el que arrancó rápidamente.

- Eh…- pronuncié en un hilo de voz tan bajo, que dudé si realmente había salido algún ruido de mi boca.

(Tu nombre) entró a esa casa, mirándome a los ojos y haciendo una seña con su cabeza, invitándome a entrar a mí también; la casa estaba amueblada, perfectamente limpia, y dentro de mí, había algo que me decía, que ella sabía que la trasladarían desde antes.

- (Tu nombre)…- ella me miró, seria, esperando que dijera alguna palabra. –Tú… ya sabías esto, ¿cierto?- bajó la mirada y se acercó a mí. -¿De quién es esta casa?

- Es de mi papá.- acarició su cuello, nerviosa. –Y sí, sí lo sabía.- tomó el mango de su maleta y tomó las otras en sus manos, caminando con lentitud, dándome la espalda.

Tomé mis maletas y caminé hacia ella, quien abría una recamara, en la planta baja, y sin más, entró y dejó las maletas en el umbral; me acerqué para mirar, sentía que algo estaba mal, algo entre los dos… quizá Tom si tenía razón.

En todo lo que restaba del día no nos dirigimos una sola palabra, ni siquiera una mirada, una respiración del otro en la misma habitación. Nada. Solo estaba yo en la sala, sobre el sofá de tela blanco, aun envuelto en una bolsa de plástico; y ella, en la habitación, en silencio; a veces escuchaba su voz, riendo, al teléfono, pero después de eso, solo sus cosas moviéndose.

Después de unos largos minutos de tensión y silencio, caminé hacia la habitación para avisarle que saldría, pero ella dormía sobre la cama; mis ojos se humedecieron, y salí de la casa con paso rápido, cerrando la puerta. La tarde estaba cálida, con el sol cálido iluminando las calles vacías, con pocas personas; y lo único que quería en este momento, era que se cruzara una tienda para comprar tabaco; finalmente la encontré y me llevé a la boca cuatro de ellos durante todo el camino, iba por el quinto, despreocupado, serio, sin rumbo alguno, no conocía este lugar.

- Humm…- suspiré al encontrarme con una banca de madera solitaria, en la sombra; di unas cuantas caladas a mi cigarrillo y dejé la ceniza caer sin preocupación alguna.

- ¿Está ocupado este lugar?- era un hombre grande, de su cara salía una gran barba gris; usaba ropa holgada y desprendía un olor a incienso; me miraba con una pequeña sonrisa formada en sus labios y yo, sin más, negué.

- No, no lo está.

- Eso significa que puedo sentarme, ¿verdad?- lo miré confundido y asentí.

- Sí…- él tomó asiento; di una calada a mi cigarrillo, respirando con algo de agitación.

- El amor es lo más hermoso que puede pasarte.- lo miré, aun más confundido, frunciendo el entrecejo. –No dejes que se te acabe nunca.

- ¿De qué habla?, ¿Acaso nos conocemos?

- Humm, no necesito conocerte para saber que algo te tiene así.- recorrió mi cuerpo con su mano, sin tocarme, mirándome a los ojos.

- ¿Así cómo?- pregunté.

- Tan ansioso con el tabaco.- me sacó el tabaco de mis dedos y se lo fumó todo de una sola calada, tirándolo al suelo y pisándolo con sus zapatos; dejó el humo salir y sonrió. –Soy yo, o tú estás triste.

- Bueno… algo así.

- ¿Quisieras contarle a tu amigo?- mordí mis labios, inseguro, pero… que va, si al final los problemas los saben todos.

- A mi pareja la trasladaron por su trabajo… y mi hermano ha decidido por mí, me ha, prácticamente, obligado a tomar una decisión que yo no estaba seguro de tomar… y ahora, ella está distante conmigo, es como… como si no nos conociéramos…

- Empezaré con algo.- asentí. -¿Tú hermano te quiere?

- Eso creo…

- Un hermano siempre va a ser eso, un hermano; a veces pueden tratarse de los cabellos, pero un hermano nunca va a hacer nada por tú mal, nunca.

- Bueno… yo…

- Y ella- interrumpió. –es tu pareja, tú la quieres y ella te quiere; siempre habrá peleas, pero en cuanto no haya uno de los dos quien se atreva a decir la primera palabra, podrán perder confianza.

- No sé qué fue lo que hice para que pasara esto.

- Y si no lo hablas con ella nunca lo sabrás tampoco.- asentí, pensativo.

- ¿Por qué me está diciendo todo esto?, es decir, no nos conocemos…

- Solo ayudo al prójimo, a mis hermanos. Dime una cosa, ¿te gusta mirar a las personas tristes?

- Claro que no.

- A mí tampoco, por eso intento ayudarte.- sonreí.

- Pues… creo que ha funcionado muy bien- él sonrió.

- Me alegro, ahora tengo que irme.

- Esta bien… gracias.

- No hay porque agradecer.

[…]

Abrí la puerta de la casa, el pequeño pasillo que daba a la cocina estaba repleto de bolsas de plástico llenas de víveres; caminé hacia la cocina, con lentitud, y ahí la miré, limpiando el refrigerador con un trapito rojo, seria; sonreí, recargándome en el umbral de la puerta.

- Y si lo sabías… ¿por qué no me lo dijiste antes?- dio un salto de sorpresa y dejó de limpiar, mirándome con seriedad; se levantó y caminó hacia mí, deteniéndose un metro frente a mí.

- Sabía cómo lo tomarías, entonces, busqué una manera para cancelar todo esto del traslado.

- ¿Desde cuándo lo sabías?

- Hace unas cuantas semanas.- caminó a mi lado, cargando algunas bolsas de plástico hasta el refrigerador, en silencio. Sacó la comida y empezó a colocarla con delicadeza dentro del refrigerador.

- ¿Por qué te has molestado de pronto?

- No estoy molesta, estoy… confundida.- terminaba de guardar todo tan rápido, y me decidí a ayudarle con lo que iba en la alacena; tomé un trapo de los muchos que había sobre el lavaplatos y limpié todo ahí.

- ¿Confundida, por qué?- metí las pastas y algunas latas, con rapidez, acomodándolas perfectamente, pero aun así, no dejaba de mirarla por al menos unos segundos.

- No sé…- mi pecho comenzó a reprimir las ganas de llorar al recordarlo todo; claramente era mi culpa, no había argumento alguno para negarlo.

- Sé que es por mi culpa, pero no logro saber muy bien la razón.- ella no contestó, solo siguió guardando, como si no me escuchara.

Cerré las puertas de la alacena y caminé por más bolsas, las que tenían unos paquetes grandes con platos de seda grises, blancos y negros; los guardé en esas puertitas, limpiando antes el área y después la miré a ella, qué guardaba los vasos.

- ¿Es por cómo me comporté en el aeropuerto?- pregunté no queriendo escuchar una respuesta, pero al final sí la tuve.

- Algo así…- empezó a limpiar las ventanas con un rociador con detergente en las ventanas. Yo tomé todas las bolsas en mis manos y guardé una dentro de la otra.

No volví a hablar, una vez más reflexionaba sobre mis actos en silencio, para mi interior, para mí mismo. Caminábamos a la recámara, silenciosos, sin mirarnos; ahí dentro había también algunas bolsas, había un colchón nuevo, era blanco y muy grueso.

- ¿Cómo lo trajiste?- pregunté.

- Me ayudaron a traerlo algunos hombres del centro comercial.- asentí, mirándola con seriedad.

Tomé las bolsas que contenían cobijas, sabanas, almohadones y almohadas; tomé la funda para el colchón blanca, y la coloqué con delicadeza; después la sabanas también blancas; y al último, el sobre cama gris con una franja negra a los pies; coloqué las almohadas grises y los almohadones rojos, negros y grises. Después la miré a ella, quien colocaba las lámparas de noche sobre las masitas a los lados de la cama.

- ¿Cómo compraste todo esto, (tu nombre)?

- Papá me dio algo de dinero, y use el mío.

- ¿Por qué no me pediste dinero a mí?

- Te habías ido.- dijo sin más, llevando algunas bolsas al baño, cerrando la puerta; aproveché que había cerrado la puerta para echar fuera algunas lágrimas, sentándome en la cama, con un sentimiento extraño.

Mi móvil comenzó a sonar con ese timbre tan molesto, lo tomé en mis manos y respondí.

- ¿Hola?

- ¿Han llegado ya, Bill?

- Sí…

- No sigues llorando, ¿verdad?- Salí de la recamara, caminando hasta la sala, la cual ya no tenía las bolsas de plástico.

- No molestes ya, Tom.

- ¿Qué tienes, hermano?

- ¡Nada, Tom!, ¿sabes? Por lo menos durante una puta semana no quiero escucharte.

- ¿Por qué no?

- Por lo que acabas de hacer, por qué hiciste que (tu nombre) y yo tuviéramos una pelea la cual no estoy seguro cual es la razón.

- Yo no hice que ustedes pelearan, Bill; fuiste tú quien se comportó como si ir con ella fuera un castigo.

- Nadie nunca me preguntó cómo me sentía yo con esto, encima dejé a mi único amigo allá…

- (Tu nombre) dijo que no lo haría si tú no estabas de acuerdo.

- ¡Está claro que no iba a decirle que no lo hiciera cuando yo me he ido sin razón!

- Entonces usa tu racionalidad y estate con ella, no porque es su trabajo, ¡si no porque tú la quieres!

- Estoy iniciando una vida nueva por tu culpa, ¡no por la de ella!

- ¿Sabes qué, Bill?, ¡Vete al infierno!, si no puedes ver que todo esto lo hice por ti, entonces…

- ¿Sabes una cosa?- interrumpí.

- ¿Qué?

- ¡YA ESTOY EN EL INFIERNO!- corté. Suspiré con fuerza, tragándome los sentimientos; mi móvil volvió a sonar, pero esta vez no respondí.

[…]

Abrí mis ojos gracias a un que un objeto cayó al suelo, haciendo un ruido lo bastante fuerte; (Tu nombre) me miró seria.

- Lo siento, Bill, vuelve a dormir.- sonrió; me senté y le miré.

- ¿A dónde vas?

- A eso del trabajo, regresaré pronto.

- ¿Puedo acompañarte?

- Si eso quieres…- me levanté de la cama y tomé ropa; caminé hacia el baño y cerré la puerta, quitando toda mi ropa y abriendo la llave de la regadera.

Usé un pantalón de mezclilla azul marino con un cinturón de cuero negro; una playera negra ajustada; un suéter negro con una bufanda negra y un gorro tejido color gris. No use mucho maquillaje, tan solo máscara para mis pestañas y brillo en los labios. De calzado, unas zapatillas color negro.

Salí del baño y la miré, que arreglaba unos papeles con seriedad pura, sin ninguna expresión en su cara; al mirarme tan cerca de ella, levantó la mirada y también, levantó su cuerpo de la cama; sin pensarlo demasiado le di un abrazo, sintiendo a mi corazón dar saltitos de alegría; ella lo contestó con fuerza, y sonreí, porque lo habíamos logrado sin necesidad de palabras.

- Lo siento, (Tu nombre), perdóname…

- Esto es difícil para los dos- decía acariciando mi espalda. -, pero recuerdas lo que dijimos.- me quedé en silencio, esperando que lo dijera. – Estamos preparados para correr cualquier riesgo.

- Siempre que estemos de la mano…- terminé.

Mi corazón había sufrido otra punzada, una vez más me sentí culpable por volver a ser la persona que no quería ser, de la que me estaba librando poco a poco. La miré a los ojos y besé su frente con delicadeza, sin soltar una sola lágrima, pues lo que menos merecíamos era vernos mal uno al otro una vez más.

Ella entró al edificio y yo la esperé fuera, mirando todo a mí alrededor. Era un lugar lindo de verdad, pero algo me hacía extrañar Los Ángeles de una forma extraña. Mi móvil comenzó a sonar una vez más, pero mi orgullo hacía que ni siquiera le prestara atención a sus llamadas, sabía que era Tom, y por eso mismo, prefería no contestar.

[…]

Son dos meses en Nueva York, no hemos hecho muchos amigos, pero yo estoy bien solo con ella. No hemos tenido peleas frecuentes, creo que hemos estado muy bien después de llegar. Ahora estamos caminando sin rumbo, pues aun no conocemos muy bien el lugar.

- (Tu nombre), ¿sabes cuánto te quiero?

- Más que yo a ti, no lo creo.

- Yo sí lo creo.- ella rió.

- Billy, eres una persona realmente linda.

- ¿Por qué lo dices?

- Porque gracias a ti, conocí la felicidad.- me dio un beso en los labios, el mismo que yo respondí tomando sus mejillas, abriendo mis labios que sellaban perfectamente sobre los suyos.

- Te amo, te amo demasiado, (tu nombre).

- Yo también te amo.- rodeo mi cintura con su brazo y seguimos caminando.

- ¿Sabías que cuando las personas comparten su vida con otra persona, el color de su aura cambia?

- ¿Eso quiere decir que el nuestro ha cambiado ya?

- Creo que la mía cambio desde que te conocí.- ella sonrió y sacó un suspiro.

- No puedo creer como me enamoré de la persona más fea en toda Alemania.- se carcajeo.

- ¡Vamos, me has quitado toda intención de decirte una cosa linda!

- Lo siento, pero es divertido…

- No, no es…- piqué su estómago con mis dedos y ella se retorció con una cara larga.

- ¡Bill!

- “Lo siento, pero es divertido…”

- ¡NO ES DIVERTIDO BILL!, ¿sabes una cosa? Odio que seas así, ¡no vuelvas a tocarme!- la miré sorprendido, ella caminó lejos y la risa floja me llegó causa de los nervios; me acerqué a ella y le tomé los hombros.

- ¿Qué te pasa, linda?, ¿estás en…en…la regla?- ella me miró, sonriendo con saña.

- Billy…- se carcajeo. -¿Sabes algo?- la miré. –Amo tu inocencia.- me dio un abrazo, besando mi pecho; ella me miró a los ojos, con una sonrisa. -¡Solo toca tu corazón, esta tan agitado!- entreabrí mis labios, algo asustado, y sí, mi corazón saltaba con nervio y algo de miedo.

- (Tu nombre)… casi me matas del susto.- ella se carcajeaba.

- Lo siento, Billy, no creí que fueras a tomártelo tan enserio.

- Estuve a punto de echarme a llorar.

- Ohh…- sonrió, dándome un abrazo fuerte que yo respondí. –Te amo, Billy.

- Te odio… no vuelvas a asustarme de esa forma.

- Lo juro.- sonrió, riendo.

Las gotitas de lluvia comenzaron a caer, pero en tan solo unos segundos más caminando, la tormenta cayó sobre nosotros, empapándonos al tiro, sin poder escapar de ella antes de mojarnos. Tomé la mano de (tu nombre) y corrimos en busca de un lugar seco.

- ¿Sabes? Creo que correr ya no sirve de nada.- dijo, apretando mi mano.

- Sí sirve, puedes enfermarte, linda.

- Eres muy hospitalario, eh.

- No, solo cuido de ti porque eres mi princesa. Ahora vamos.

Llegamos a casa y fuimos a la recámara, nos recostamos en la cama y  nos besamos con ternura; ella bajo de mi, nuestros labios se abrían cada vez más, haciendo con la humedad de nuestros labios, algunos sonidos entre el beso. Terminé con un beso en su barbilla y uno en su frente; me recosté a su lado, abrazándole.

- Te amo, hermosa.

- Yo también te amo, flaquito.

Ella se dio la vuelta, quedando frente a frente, acarició m cuello, sin parpadear, tan solo mirándome a los ojos; yo acaricié su mejilla, sonriendo. No tenía palabra alguna que pudiera decir ahora; estaba completamente enamorado, enamorado de una persona que al principio miraba con indiferencia; y esa persona me demostró ser la más comprensiva, humilde y cariñosa de todas.


2 comentarios:

  1. AAAHHH...!!! Ame el capitulo... fue genial... Umm que mal que se separaron los twins! Umm... T____T espero el próximo capitulo cuídate bye... ;-)

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  2. aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh que tierno el cap lo ame..fue maravillo, fascinante..sube otro xfa amo la fic...:) chao cuidate :)

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