By Bill
Nunca me había sentido de esta
forma, nunca creí volver a pasar por lo mismo, volver a dejar mi hogar, volver
a dejar todo lo que quería… Era como comenzar con una nueva vida, llena de
personas nuevas, tan solo conociendo a una persona… a mí.
Mis ojos se secaron, de alguna
forma comenzaba a darme por vencido, a resignarme con lo que estaba pasando
ahora. Miré hacia la ventana, el viaje era corto, una o dos horas, no más;
escuché un pequeño suspiro a mi lado, (tu nombre) ya dormía, algo pálida, inexpresiva;
acaricié su mejilla e incliné el asiento hacia atrás, sonriendo.
[…]
(Tu nombre) hizo unas llamadas
por el celular y después, pidió un taxi para ambos; no habíamos hablado en todo
el recorrido y apenas nos miramos por unas milésimas de segundos, parecía como
si fuéramos enemigos o desconocidos; como si nunca hubiéramos hablado en todo
nuestra vida. Entramos en el auto y nos dirigimos a un lugar desconocido para
mí, pero (tu nombre) parecía muy segura de nuestro destino, así que, lo único
que pude hacer, fue confiar en ella, finalmente en ella siempre estaba la
última palabra, no en mi.
El auto se detuvo de pronto
frente a una pequeña casa blanca, la puerta era grande, de madera oscura; tenía
una gran ventana con unas cortinas blancas. (tu nombre) bajó del auto,
agradeciendo y pagando al hombre; la miré con confusión, pero su respuesta me
dejó insatisfecho, pues solo me miró, esperando a que bajara del auto. Y lo
hice. Bajé mis maletas y cerré la puerta del auto, el que arrancó rápidamente.
- Eh…- pronuncié en un hilo de
voz tan bajo, que dudé si realmente había salido algún ruido de mi boca.
(Tu nombre) entró a esa casa,
mirándome a los ojos y haciendo una seña con su cabeza, invitándome a entrar a
mí también; la casa estaba amueblada, perfectamente limpia, y dentro de mí,
había algo que me decía, que ella sabía que la trasladarían desde antes.
- (Tu nombre)…- ella me miró,
seria, esperando que dijera alguna palabra. –Tú… ya sabías esto, ¿cierto?- bajó
la mirada y se acercó a mí. -¿De quién es esta casa?
- Es de mi papá.- acarició su
cuello, nerviosa. –Y sí, sí lo sabía.- tomó el mango de su maleta y tomó las
otras en sus manos, caminando con lentitud, dándome la espalda.
Tomé mis maletas y caminé
hacia ella, quien abría una recamara, en la planta baja, y sin más, entró y
dejó las maletas en el umbral; me acerqué para mirar, sentía que algo estaba
mal, algo entre los dos… quizá Tom si tenía razón.
En todo lo que restaba del día
no nos dirigimos una sola palabra, ni siquiera una mirada, una respiración del
otro en la misma habitación. Nada. Solo estaba yo en la sala, sobre el sofá de
tela blanco, aun envuelto en una bolsa de plástico; y ella, en la habitación,
en silencio; a veces escuchaba su voz, riendo, al teléfono, pero después de
eso, solo sus cosas moviéndose.
Después de unos largos minutos
de tensión y silencio, caminé hacia la habitación para avisarle que saldría,
pero ella dormía sobre la cama; mis ojos se humedecieron, y salí de la casa con
paso rápido, cerrando la puerta. La tarde estaba cálida, con el sol cálido
iluminando las calles vacías, con pocas personas; y lo único que quería en este
momento, era que se cruzara una tienda para comprar tabaco; finalmente la
encontré y me llevé a la boca cuatro de ellos durante todo el camino, iba por
el quinto, despreocupado, serio, sin rumbo alguno, no conocía este lugar.
- Humm…- suspiré al
encontrarme con una banca de madera solitaria, en la sombra; di unas cuantas
caladas a mi cigarrillo y dejé la ceniza caer sin preocupación alguna.
- ¿Está ocupado este lugar?-
era un hombre grande, de su cara salía una gran barba gris; usaba ropa holgada
y desprendía un olor a incienso; me miraba con una pequeña sonrisa formada en
sus labios y yo, sin más, negué.
- No, no lo está.
- Eso significa que puedo sentarme,
¿verdad?- lo miré confundido y asentí.
- Sí…- él tomó asiento; di una
calada a mi cigarrillo, respirando con algo de agitación.
- El amor es lo más hermoso
que puede pasarte.- lo miré, aun más confundido, frunciendo el entrecejo. –No
dejes que se te acabe nunca.
- ¿De qué habla?, ¿Acaso nos
conocemos?
- Humm, no necesito conocerte
para saber que algo te tiene así.- recorrió mi cuerpo con su mano, sin tocarme,
mirándome a los ojos.
- ¿Así cómo?- pregunté.
- Tan ansioso con el tabaco.-
me sacó el tabaco de mis dedos y se lo fumó todo de una sola calada, tirándolo
al suelo y pisándolo con sus zapatos; dejó el humo salir y sonrió. –Soy yo, o
tú estás triste.
- Bueno… algo así.
- ¿Quisieras contarle a tu
amigo?- mordí mis labios, inseguro, pero… que va, si al final los problemas los
saben todos.
- A mi pareja la trasladaron
por su trabajo… y mi hermano ha decidido por mí, me ha, prácticamente, obligado
a tomar una decisión que yo no estaba seguro de tomar… y ahora, ella está
distante conmigo, es como… como si no nos conociéramos…
- Empezaré con algo.- asentí.
-¿Tú hermano te quiere?
- Eso creo…
- Un hermano siempre va a ser
eso, un hermano; a veces pueden tratarse de los cabellos, pero un hermano nunca
va a hacer nada por tú mal, nunca.
- Bueno… yo…
- Y ella- interrumpió. –es tu
pareja, tú la quieres y ella te quiere; siempre habrá peleas, pero en cuanto no
haya uno de los dos quien se atreva a decir la primera palabra, podrán perder
confianza.
- No sé qué fue lo que hice
para que pasara esto.
- Y si no lo hablas con ella
nunca lo sabrás tampoco.- asentí, pensativo.
- ¿Por qué me está diciendo
todo esto?, es decir, no nos conocemos…
- Solo ayudo al prójimo, a mis
hermanos. Dime una cosa, ¿te gusta mirar a las personas tristes?
- Claro que no.
- A mí tampoco, por eso
intento ayudarte.- sonreí.
- Pues… creo que ha funcionado
muy bien- él sonrió.
- Me alegro, ahora tengo que
irme.
- Esta bien… gracias.
- No hay porque agradecer.
[…]
Abrí la puerta de la casa, el
pequeño pasillo que daba a la cocina estaba repleto de bolsas de plástico
llenas de víveres; caminé hacia la cocina, con lentitud, y ahí la miré,
limpiando el refrigerador con un trapito rojo, seria; sonreí, recargándome en el
umbral de la puerta.
- Y si lo sabías… ¿por qué no
me lo dijiste antes?- dio un salto de sorpresa y dejó de limpiar, mirándome con
seriedad; se levantó y caminó hacia mí, deteniéndose un metro frente a mí.
- Sabía cómo lo tomarías,
entonces, busqué una manera para cancelar todo esto del traslado.
- ¿Desde cuándo lo sabías?
- Hace unas cuantas semanas.-
caminó a mi lado, cargando algunas bolsas de plástico hasta el refrigerador, en
silencio. Sacó la comida y empezó a colocarla con delicadeza dentro del refrigerador.
- ¿Por qué te has molestado de
pronto?
- No estoy molesta, estoy…
confundida.- terminaba de guardar todo tan rápido, y me decidí a ayudarle con
lo que iba en la alacena; tomé un trapo de los muchos que había sobre el
lavaplatos y limpié todo ahí.
- ¿Confundida, por qué?- metí
las pastas y algunas latas, con rapidez, acomodándolas perfectamente, pero aun
así, no dejaba de mirarla por al menos unos segundos.
- No sé…- mi pecho comenzó a
reprimir las ganas de llorar al recordarlo todo; claramente era mi culpa, no
había argumento alguno para negarlo.
- Sé que es por mi culpa, pero
no logro saber muy bien la razón.- ella no contestó, solo siguió guardando,
como si no me escuchara.
Cerré las puertas de la
alacena y caminé por más bolsas, las que tenían unos paquetes grandes con
platos de seda grises, blancos y negros; los guardé en esas puertitas,
limpiando antes el área y después la miré a ella, qué guardaba los vasos.
- ¿Es por cómo me comporté en
el aeropuerto?- pregunté no queriendo escuchar una respuesta, pero al final sí
la tuve.
- Algo así…- empezó a limpiar
las ventanas con un rociador con detergente en las ventanas. Yo tomé todas las
bolsas en mis manos y guardé una dentro de la otra.
No volví a hablar, una vez más
reflexionaba sobre mis actos en silencio, para mi interior, para mí mismo.
Caminábamos a la recámara, silenciosos, sin mirarnos; ahí dentro había también
algunas bolsas, había un colchón nuevo, era blanco y muy grueso.
- ¿Cómo lo trajiste?-
pregunté.
- Me ayudaron a traerlo
algunos hombres del centro comercial.- asentí, mirándola con seriedad.
Tomé las bolsas que contenían
cobijas, sabanas, almohadones y almohadas; tomé la funda para el colchón
blanca, y la coloqué con delicadeza; después la sabanas también blancas; y al
último, el sobre cama gris con una franja negra a los pies; coloqué las
almohadas grises y los almohadones rojos, negros y grises. Después la miré a
ella, quien colocaba las lámparas de noche sobre las masitas a los lados de la
cama.
- ¿Cómo compraste todo esto,
(tu nombre)?
- Papá me dio algo de dinero,
y use el mío.
- ¿Por qué no me pediste
dinero a mí?
- Te habías ido.- dijo sin
más, llevando algunas bolsas al baño, cerrando la puerta; aproveché que había
cerrado la puerta para echar fuera algunas lágrimas, sentándome en la cama, con
un sentimiento extraño.
Mi móvil comenzó a sonar con
ese timbre tan molesto, lo tomé en mis manos y respondí.
- ¿Hola?
- ¿Han llegado ya, Bill?
- Sí…
- No sigues llorando,
¿verdad?- Salí de la recamara, caminando hasta la sala, la cual ya no tenía las
bolsas de plástico.
- No molestes ya, Tom.
- ¿Qué tienes, hermano?
- ¡Nada, Tom!, ¿sabes? Por lo
menos durante una puta semana no quiero escucharte.
- ¿Por qué no?
- Por lo que acabas de hacer,
por qué hiciste que (tu nombre) y yo tuviéramos una pelea la cual no estoy
seguro cual es la razón.
- Yo no hice que ustedes
pelearan, Bill; fuiste tú quien se comportó como si ir con ella fuera un
castigo.
- Nadie nunca me preguntó cómo
me sentía yo con esto, encima dejé a mi único amigo allá…
- (Tu nombre) dijo que no lo
haría si tú no estabas de acuerdo.
- ¡Está claro que no iba a
decirle que no lo hiciera cuando yo me he ido sin razón!
- Entonces usa tu racionalidad
y estate con ella, no porque es su trabajo, ¡si no porque tú la quieres!
- Estoy iniciando una vida
nueva por tu culpa, ¡no por la de ella!
- ¿Sabes qué, Bill?, ¡Vete al
infierno!, si no puedes ver que todo esto lo hice por ti, entonces…
- ¿Sabes una cosa?-
interrumpí.
- ¿Qué?
- ¡YA ESTOY EN EL INFIERNO!-
corté. Suspiré con fuerza, tragándome los sentimientos; mi móvil volvió a
sonar, pero esta vez no respondí.
[…]
Abrí mis ojos gracias a un que
un objeto cayó al suelo, haciendo un ruido lo bastante fuerte; (Tu nombre) me
miró seria.
- Lo siento, Bill, vuelve a
dormir.- sonrió; me senté y le miré.
- ¿A dónde vas?
- A eso del trabajo, regresaré
pronto.
- ¿Puedo acompañarte?
- Si eso quieres…- me levanté
de la cama y tomé ropa; caminé hacia el baño y cerré la puerta, quitando toda
mi ropa y abriendo la llave de la regadera.
Usé un pantalón de mezclilla
azul marino con un cinturón de cuero negro; una playera negra ajustada; un
suéter negro con una bufanda negra y un gorro tejido color gris. No use mucho
maquillaje, tan solo máscara para mis pestañas y brillo en los labios. De calzado,
unas zapatillas color negro.
Salí del baño y la miré, que
arreglaba unos papeles con seriedad pura, sin ninguna expresión en su cara; al
mirarme tan cerca de ella, levantó la mirada y también, levantó su cuerpo de la
cama; sin pensarlo demasiado le di un abrazo, sintiendo a mi corazón dar
saltitos de alegría; ella lo contestó con fuerza, y sonreí, porque lo habíamos
logrado sin necesidad de palabras.
- Lo siento, (Tu nombre),
perdóname…
- Esto es difícil para los
dos- decía acariciando mi espalda. -, pero recuerdas lo que dijimos.- me quedé
en silencio, esperando que lo dijera. – Estamos preparados para correr
cualquier riesgo.
- Siempre que estemos de la
mano…- terminé.
Mi corazón había sufrido otra
punzada, una vez más me sentí culpable por volver a ser la persona que no
quería ser, de la que me estaba librando poco a poco. La miré a los ojos y besé
su frente con delicadeza, sin soltar una sola lágrima, pues lo que menos
merecíamos era vernos mal uno al otro una vez más.
Ella entró al edificio y yo la
esperé fuera, mirando todo a mí alrededor. Era un lugar lindo de verdad, pero
algo me hacía extrañar Los Ángeles de una forma extraña. Mi móvil comenzó a sonar
una vez más, pero mi orgullo hacía que ni siquiera le prestara atención a sus
llamadas, sabía que era Tom, y por eso mismo, prefería no contestar.
[…]
Son dos meses en Nueva York,
no hemos hecho muchos amigos, pero yo estoy bien solo con ella. No hemos tenido
peleas frecuentes, creo que hemos estado muy bien después de llegar. Ahora
estamos caminando sin rumbo, pues aun no conocemos muy bien el lugar.
- (Tu nombre), ¿sabes cuánto
te quiero?
- Más que yo a ti, no lo creo.
- Yo sí lo creo.- ella rió.
- Billy, eres una persona
realmente linda.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque gracias a ti, conocí
la felicidad.- me dio un beso en los labios, el mismo que yo respondí tomando sus
mejillas, abriendo mis labios que sellaban perfectamente sobre los suyos.
- Te amo, te amo demasiado,
(tu nombre).
- Yo también te amo.- rodeo mi
cintura con su brazo y seguimos caminando.
- ¿Sabías que cuando las
personas comparten su vida con otra persona, el color de su aura cambia?
- ¿Eso quiere decir que el
nuestro ha cambiado ya?
- Creo que la mía cambio desde
que te conocí.- ella sonrió y sacó un suspiro.
- No puedo creer como me
enamoré de la persona más fea en toda Alemania.- se carcajeo.
- ¡Vamos, me has quitado toda
intención de decirte una cosa linda!
- Lo siento, pero es divertido…
- No, no es…- piqué su
estómago con mis dedos y ella se retorció con una cara larga.
- ¡Bill!
- “Lo siento, pero es
divertido…”
- ¡NO ES DIVERTIDO BILL!,
¿sabes una cosa? Odio que seas así, ¡no vuelvas a tocarme!- la miré
sorprendido, ella caminó lejos y la risa floja me llegó causa de los nervios;
me acerqué a ella y le tomé los hombros.
- ¿Qué te pasa, linda?, ¿estás
en…en…la regla?- ella me miró, sonriendo con saña.
- Billy…- se carcajeo. -¿Sabes
algo?- la miré. –Amo tu inocencia.- me dio un abrazo, besando mi pecho; ella me
miró a los ojos, con una sonrisa. -¡Solo toca tu corazón, esta tan agitado!-
entreabrí mis labios, algo asustado, y sí, mi corazón saltaba con nervio y algo
de miedo.
- (Tu nombre)… casi me matas
del susto.- ella se carcajeaba.
- Lo siento, Billy, no creí
que fueras a tomártelo tan enserio.
- Estuve a punto de echarme a
llorar.
- Ohh…- sonrió, dándome un
abrazo fuerte que yo respondí. –Te amo, Billy.
- Te odio… no vuelvas a
asustarme de esa forma.
- Lo juro.- sonrió, riendo.
Las gotitas de lluvia
comenzaron a caer, pero en tan solo unos segundos más caminando, la tormenta
cayó sobre nosotros, empapándonos al tiro, sin poder escapar de ella antes de
mojarnos. Tomé la mano de (tu nombre) y corrimos en busca de un lugar seco.
- ¿Sabes? Creo que correr ya
no sirve de nada.- dijo, apretando mi mano.
- Sí sirve, puedes enfermarte,
linda.
- Eres muy hospitalario, eh.
- No, solo cuido de ti porque
eres mi princesa. Ahora vamos.
Llegamos a casa y fuimos a la
recámara, nos recostamos en la cama y
nos besamos con ternura; ella bajo de mi, nuestros labios se abrían cada
vez más, haciendo con la humedad de nuestros labios, algunos sonidos entre el
beso. Terminé con un beso en su barbilla y uno en su frente; me recosté a su lado,
abrazándole.
- Te amo, hermosa.
- Yo también te amo, flaquito.
Ella se dio la vuelta,
quedando frente a frente, acarició m cuello, sin parpadear, tan solo mirándome
a los ojos; yo acaricié su mejilla, sonriendo. No tenía palabra alguna que
pudiera decir ahora; estaba completamente enamorado, enamorado de una persona
que al principio miraba con indiferencia; y esa persona me demostró ser la más
comprensiva, humilde y cariñosa de todas.
AAAHHH...!!! Ame el capitulo... fue genial... Umm que mal que se separaron los twins! Umm... T____T espero el próximo capitulo cuídate bye... ;-)
ResponderEliminaraaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh que tierno el cap lo ame..fue maravillo, fascinante..sube otro xfa amo la fic...:) chao cuidate :)
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