By Bill
Conecté la alisadora de
cabello y mientras esta se calentaba fui por mi ropa. Me decidí en usar un
pantalón de mezclilla despintado en la parte de los muslos, un suéter negro de
cuello alto y unas zapatillas negras con algunos estoperoles circulares. Empecé
a recogerme mechones de pelo con horquillas para ir alisando mechón por mechón.
Al terminar de alisarlo, tomé algo de laca y lo levanté por solo unos
centímetros; Tomé un delineador negro y pinté mis ojos, después solo usé algo
de máscara para mis pestañas y brillo en mis labios. Desconecté la alisadora de
cabello y me miré en el espejo.
- ¿Has terminado, Bill?- miré
hacia la puerta, ahí estaba (tu nombre), sonriendo tiernamente, pasando su
mirada en todo mi cuerpo.
- Sí, ¿ocuparás el baño?-
asintió.
- Solo un momento, después nos
vamos.
- Esta bien, linda, te
esperaré aquí.- volvió a asentir. Yo salí del baño, caminando hacia el buró;
quería usar algo de accesorios. Suelo sentirme algo incompleto sin ellos.
- …oh, mierda…- dejé todas las
pulseras y collares para caminar hacia el baño.
- ¿Qué pasa, linda?- sonreí.
Ella me miró seria, mostrándome su delineador; comenzó a carcajearse. – Que
eres tonta, linda.- me carcajee yo también.
- Pues esta mierda, ¡siempre
se me rompen!- decía entre risas.
- Bueno, puedes usar los míos.
- No, no, claro que no.- la
miré algo sorprendido, sin entender.
- ¿Por qué no?, no es como que
vaya a tener bacterias en los ojos.- ella negó.
- No, pero me estás
comprometiendo a no romper tu preciado maquillaje.- una leve carcajada salió de
mis labios, haciendo que mi cuerpo se retorciera un poco.
- Oh, por favor- entré al
baño, abriendo los pequeños cajones de plástico; saqué mi delineador y me puse
frente a ella. –Mira hacia arriba.- frunció el entrecejo.
- ¿Qué?
- Intento ayudarte.- sonreí,
al igual que ella lo hizo. -¿entonces?- asintió. Sus ojos miraron el techo,
seria; tomé su frente y empuje con delicadeza su cabeza; tomé mi delineador y
lo puse con delicadeza en sus ojos, por la parte de abajo y quité los restos
con mi pulgar. –Cierra tus ojos.- ella lo hizo sin decir una palabra.
Miré su cuerpo, llevaba una
blusa holgada color salmón, unos shorts beige, unas medias café oscuro con
algunos dibujos de flores rosa pálido; y unos botines de cuero café claro. Tomé
su paleta de maquillaje y con una brocha delgadita tomé del color salmón algo
pálido, comencé a ponerlo en sus ojos, pero ella me detuvo con sus manos.
- ¿Qué haces, Bill?
- Solo quiero ayudar, si no te
gusta lo podrás borrar, ¿sí?- ella sonrió y asintió.
- Bien.- lo puse con
delicadeza en sus ojos, combinándolo con café oscuro, difuminándolo con mi
meñique. Tomé la máscara para pestañas y la abrí con rapidez, quitando los
excesos.
- Abre tus ojos.- sonreí; ella
lo hizo, sonriendo también. –Lo puse con extrema delicadeza, para no
lastimarle; puse algo de polvo rosa en sus mejillas; tomé mi brillo de labios y
lo puse en los suyos, -Mírate.- abrió sus ojos y tornó su vista al espejo,
inclinándose al frente para mirarse más cerca.
- ¿De verdad lo hiciste tú?-
sonrió ampliamente, mirándome. –Vaya, Bill, ¿hay algo que no puedas hacer tú?,
eres perfecto.
- No lo habría podido hacer
sin tu hermosa cara.- bajó la mirada, sonrojada.
- Te quiero, Bill.- me dio un
abrazo.
- Yo también te quiero.-
sonreí. –Ahora es mejor que nos vayamos, ¿no lo crees?
- Sí, eso creo.- sonrió.
- ¿Tom ya está listo?- ella me
miró a los ojos, sonriendo sin mostrarme sus dientes, y de apoco, sus ojos
dejaron de brillar.
- No vendrá, dice que tiene muchas cosas en qué pensar.-
bajé la mirada. Mi pecho pronto sintió la nostalgia, quizá debería quedarme con
él; pero le conocía, sabía que no le gustaba estar acompañado en momentos de
“reflexión.”
- Bien, entonces vámonos.-
asintió.
[…]
No fuimos a comer; fuimos a
una plaza, una que nunca había visto en toda mi vida. Era bastante grande y
tenía unas áreas verdes demasiado hermosas; al pareces no había basura por
ningún lado y a su alrededor, había muchas tienditas. Tomé la mano de (tu nombre) mientras
caminábamos por ahí, mirando todo a nuestro alrededor, cuando mi cuerpo se
detuvo frente a un estudio de tatuajes y perforaciones; mi cuerpo se llenó de
un cosquilleo extraño y una sonrisa salió de mis labios.
- Oh, por favor no me digas
que piensas entrar ahí.- la miré.
- Bueno…
- ¿Un tatuaje?- interrumpió.
Yo negué.
- Una perforación.- sonreí.
- ¿Una perforación?- me miró
sorprendida. -¿en dónde?
- Humm… en el septum, ¿me
acompañas?
- No… es decir, no me gustan
esas cosas, Bill.
- ¿No te gustan?- pregunté
sorprendido. – ¿No te gusta que me ponga?- si su respuesta era que no le
gustaba, estaba dispuesto a no hacérmela, pues no quería que de pronto me
despreciara.
- No, no, quiero decir que, no
me gusta mirar cómo se hacen, me gustan, pero sin ver el procedimiento.
- Oh, por favor acompáñame,
¡por favor!
- Bien, Bill, vamos.- sonreí,
tomando su mano con fuerza.
- Buenos días.- dijo una
mujer, su cuerpo estaba lleno casi por completo de tatuajes y perforaciones.
Ella sonreía. -¿En qué puedo ayudarlos?- sonreí.
- Me gustaría hacerme una
perforación.
- Bien, ¿y tú?- preguntó a (tu
nombre); ella negó.
- Solo lo acompaño.- ella
sonrió.
- Bueno, entonces, ¿puedes
acompañarme?- asentí, mirando a (tu nombre).
- Yo puedo esperarte aquí,
Bill.
- ¡(Tu nombre), por favor!
- Está bien.- rodeó sus ojos
con una sonrisa; la seguimos hasta un segundo piso, en donde había música
ambiental de Led Zeppelin- Kashmir. Ella bajó un poco el volumen y me miró,
señalando una camilla azul.
- Siéntate aquí, por favor.-
yo asentí y lo hice. -¿en dónde quieres la perforación?
- En el septum.- ella asintió,
abriendo una pequeña vitrina de vidrio, sacando un pequeño cojín blanco, en
donde habían piezas.
- Escoge la que quieras,
mientras yo prepararé todo.- asentí. Mirándolas todas; pronto supe cual
escoger: un arito color negro. -¿ya la tienes?
- Sí, quiero esta.- sonreí.
Ella asintió y tomo la pieza junto al cojín y se alejó un poco; cuando regresó,
colocó unos guantes de látex, tomó un pedazo de algodón y limpió mi nariz con
delicadeza.
- Bien…- preparó la aguja y la
guió a mi nariz; sentí el frío en mi piel, cerré mis ojos, apretándolos con
fuerza. – Listo, ya entró.- colocó la pieza con delicadeza y limpió mi sangre
con un pedacito de algodón. -¿dolió?
- Algo.- sonreí.
[…]
Ahora estábamos en la playa;
estaba desierta, esta vez ni un alma se encontraba ahí, y quizá era porque no
había un clima lindo para ir a la playa; pero aquí estábamos mi princesa y yo,
sentados en la arena, tomados de la mano sin hacer ningún sonido hasta ahora.
Parecía que el silencio siempre predominaba en los dos, pero por alguna razón a
mi no me parecía nada incómodo, al contrario, me encantaba tenerla tan cerca,
sin hacer ruido.
- Hace unos días me pregunté:
“¿Qué sería de mi si no te tuviera?”- ella se acercó más a mí. -¿sabes que
habría sido?- me miró.
- ¿Qué?
- Quizá me habría ido de la
tierra ya.
- ¿Por qué dices eso, Bill?
- Papá cambió mucho gracias a
ti también.- suspiré. – si no hubiera cambiado nunca, me habría rendido muy
pronto.
- Pero habrías estado con la
banda; ya nunca hablas de ella, ya no te veo tan ilusionado como antes.
- La banda sigue siendo mi
sueño, ¿sabes?... cancelamos todo porque Tom se fue.
- ¿Y por qué no sigues con
ella?, había noticias de ustedes por la televisión.
- El disco no se vendió nada
bien. A veces pienso que Dios nos da advertencias, tales como que Tom se fue,
¿imaginas que hubiéramos hecho una gira y nadie se presentara?- sonreí.
–Terminaremos el próximo disco, veremos si gusta a los demás y solo así
volveremos.
- Siempre piensas en los demás
antes de pensar en tu propia persona, Bill. ¿Por qué no hacer música para
ustedes y no para los demás?, esto te llenaba a ti.- sonrió. –Aun recuerdo a
ese Bill de dieciséis años, el que se escapó de su casa y no escuchó a su papá
solo para cumplir su sueño.- Bajé la mirada.
- Tengo veinte años, (Tu
nombre), ¿no crees que ya no tengo edad para seguir soñando en algo así?- ella
negó.
- Nunca se es demasiado viejo
para hacer lo que te gusta.
- Me da miedo cambiar.
- Has cambiado demasiado
durante estos años. Cambiar no es siempre sinónimo de hacerlo para mal.
- Eres la persona que más amo
en este mundo, linda, ¿cómo puedes ser siempre tan positiva?- besé su frente.
-¿puedo confesarte algo?
- Claro.- sonrió.
- Te tenía envida cuando nos
conocimos.- bajé la mirada. –es que siempre eras tan feliz, siempre ponías a
Gustav de buen humor, y cuando algo iba mal siempre le veías el lado bueno a
todo, siempre fuiste feliz, hasta ahora sigues siéndolo.
- ¿Sabes?, no lo fui siempre.-
la miré. –Solía cortar mis brazos.- me mostró sus muñecas; aun que no se podía
apreciar nada con claridad, podían verse algunas pequeñas cicatrices.
- ¿Por qué?- pregunté
preocupado.
- Bill… soy adoptada…- mi
corazón palpitó con sorpresa. –lo supe a los diez años. Comencé a dejar de
comer, y tuve bulimia y principios de anorexia.
- Linda, yo…- me había quedado
corto de palabras; no era muy bueno en hacer sentir bien a las personas.
- Pero ya estoy bien, fui a
rehabilitación y nos mudamos, porque en mi escuela me jodían por lo que me
pasaba, ¿entiendes?- asentí. – Comencé a valerme por mi misma, me di cuenta de
que a la única que lastimaba era a mí misma. Era igual que tú; odié mi vida y
siempre le miraba lo negativo a todo; pero ya no es así, no quería vivir de esa
forma.
- Me doy cuenta de algo.- dije
sin mirarla, atrayéndola más a mí, abrazándola por sus hombros. –Tú realmente
eres una princesa; has podido superar todo lo que un día te hizo mal… eres una
persona realmente fuerte y digna de admirar.- sonreí.
- Las personas resolvemos
nuestros problemas de diferente forma, y todos tardan su tiempo; Eso no quiere
decir que tú no eres una persona fuerte. Yo te admiro, Bill, porque sonríes,
eso es lo que me importa, sonríes a pesar de tu pasado y eso es de admirar.
Besé su cabello,
reflexionando, analizando el momento que estábamos pasando, mirando como el sol
se metía con esos colores rojizos; me puse a pensar que ella tenía razón. Siempre
me sorprendía con algo nuevo, y lo que es mejor, siempre sonreía aunque eso le
costara una punzada en su pecho. Era mi ángel, sin duda lo era; la persona que
siempre me ayudaba y me prendía una vela en mi túnel, esperando que pudiera ser
yo quien ahora se apropiara del mechero y las prendiera por mi cuenta.
- ¿Te digo una cosa?- asintió.
–He cumplido uno de mis muchos sueños.
- ¿Cuál?
- No he dormido gracias a la
felicidad.- se sentó erguida y me miró a los ojos con una preciosa sonrisa.
- ¿De verdad?- asentí. –Vaya,
¿cuál fue la causa?- volvió a ponerse en la misma posición de antes, recargándose
una vez más en mis hombros.
- Pa…papá… el día que partió
hacia el cielo…- sentí su delgada mano estrechar la mía, en señal de apoyo. Sonreí.
- Me pone muy feliz, Billy, me
gusta saber que aun tienes la fuerza de seguir con ellos, con tus sueños.
- Fuiste tú quien me enseñó a
hacerlo.
- Pero eres tú el que tiene la
última decisión, no yo.
- ¿Sabes?- suspiré. –Todas las
noches antes de dormir, doy gracias.- acaricié sus hombros mientras decía mis
palabras, mientras me decidía en confesar algo que quizá me avergonzaría un
poco. –Doy gracias a Dios por ponerte en mi camino; por prestarme un ángel con
el que pasaré el resto de mi vida; por darme al ángel más comprensivo, al que
no le importan mis muchos defectos… por aceptarme con cada uno de ellos… y
después, miro a mi lado, y te veo dormir; mi única reacción es sonreír, por
haber concluido uno de los muchos que nos quedan juntos.
- Bill…
- Eres la razón por la que
despierto sin pensamientos de suicidio, la razón por la que sonría en el día,
la razón del extraño sentimiento que siento en el abdomen cuando te veo.-
interrumpí.
- Y tú eres la mía, Bill. Eres
la persona más importante de mi vida.
- Y tú la mía. De las cuatro
mujeres más importantes de mi vida, eres tú a quien más quiero.
- Te quiero demasiado.- se
hincó frente a mí, dando un beso en mis labios, uno pequeño y tierno.
Nos acostamos sobre la arena,
mirando como el cielo iba oscureciendo a cada minuto; y pronto me puse a pensar
en la vida una vez más. ¿Qué es de la vida sin problemas, sin amor, sin odio,
peleas, besos, abrazos?, la vida se componía de sentimientos, los sentimientos
son los que han hecho que la vida sea lo que es ahora. Sin sentimientos la vida
no se movería; sin amor, no habría existido la reproducción; sin orgullo,
muchas personas no habrían logrado lo que han hecho; sin enojo, no se habría
podido llegar a un acuerdo en ningún momento.
Los sentimientos que he
sentido durante todo mi pasado no me habrían llevado a donde estoy ahora, no
habría conocido a (tu nombre) y quizá la comunicación con mi hermano se habría
perdido y nunca habría pasado tiempo con él. Y estaba feliz de que mi vida
tomara el camino que está tomando ahora; no podía pedir nada más que estar con
esas dos personas que de verdad amaba con todo mi corazón.
[…]
Entré a la habitación de Tom,
quien se encontraba sentado en su sofá, mirando la ventana sin percatarse de
otra cosa. Metido en sus pensamientos, reflexionando, pensando, arrepintiéndose
quizá; y pasaba que yo no estaba de acuerdo con él, con sus actos, pero quién
era yo para darle lecciones de vida, si de aquí era yo quien más errores
cometió. Me acerqué a él y me senté a su lado, sin decir nada, haciéndole compañía
como él lo había hecho conmigo cuando papá se fue; esperando su habla,
esperando a que se dignara a decirme una sola palabra o emitiera un pequeño
ruido.
- Dos niños jugaban con sus
espadas, el mismo día en que todo cambió para ellos, pues los separaron durante
once años; tan solo podían verse 12 días al año, y eso era solamente cuando sus
padres no peleaban. Pero todo cambió el día en que ambos pudieron ser desatados
de la prisión y ahora podían estar juntos por el resto de sus días.
>> Después de algunos
años, algo terrible pasó… el más grande de ellos intercambiaba su moral por
dinero; y todo fue para darle un bonito regalo a su hermano. Él seguro se
siente muy mal, muy triste y seguro arrepentido; pues lo puedes ver en su cara…
él está serio y sus ojos están húmedos; solo mira hacia la ventana,
avergonzado; él parece no escuchar a su alrededor, está concentrado en su
cabeza, remarcando los errores que cometió. Pero él no recuerda que tiene un
hermano que lo apoyaría sobre todas las cosas, que daría su vida por él y que
se atrevería a poner las manos al fuego por él. No recuerda que tiene un
hermano al que no debe pedirle disculpas de nada, porque él, a pesar de todo,
se lo perdonará.- su mirada se puso sobre mis ojos, sonriendo con ternura.
- No me gusta tu cuento.- lo
miré serio. –Porque yo sé que tengo a ese hermano, sé que puedo confiar en él
siempre que lo necesite.- sonreí. –Gracias, Bill.
- Hey, no me agradezcas nada a
mí, al contrario, creo que soy yo quien debe agradecerlo.- le di un abrazo.
- Eres increíble, el hermano
que todos desean.
- No digas tonterías, ¡ese
hermano eres tú!- sonreí.
- Estoy haciendo la cena, ¿Qué
quieren?
- Mejor te ayudamos, linda.-
ella sonrió. Miré a mi hermano, quien asentía igualmente con una sonrisa. Bajamos
a la cocina e hicimos la cena.
- ¿Puedes llevar los platos a
la mesita, Bill?- dijo Tom; yo asentí. Tome los platos y vasos y camine a la
mesa, acomodándolos con delicadeza.
Al volver los miré a los dos,
sonriendo frente a la estufa; me contagiaron la sonrisa. Simplemente me daba
cuenta de que yo era la persona más afortunada de todas; era la persona a la
que le habían dado un hermano extraordinario y una novia lo suficientemente
comprensiva y hermosa de todas. Al final me daba cuenta de que sí…era una
persona con suerte.
Awwwww! Estuvo bien linddo amoo tu fic me caussa tantass cossas y cada refelexión que hacen me enseña algo a mi. . . .
ResponderEliminarEsperoo el siguientee
cuidatte y un abrazo! :)