Nos quedamos en silencio ahí en la sala; Gustav me miraba, y lo sabía
porque sentía esos ojos sobre mí, a pesar de yo no hacía por mirarlo gracias a
la vergüenza que estaba consumiéndome el cuerpo más rápido que un incienso;
hablar sería estúpido e inútil, pero quedarme en silencio sería por cobardía; y
ninguna de las dos opciones me llenaba, solo esperaba que fuera él quien
hablara para no tener que iniciar nuevamente con una conversación que más que
conversación era una plática para bajarme los ánimos y la autoestima, y de la
última ya me quedaba poca; no quería perderla por completo.
Mi cuerpo empezó a temblar gracias a las ansias que tenía en este
momento, miré a Gustav; él seguía con su mirada sobre mí, esperando quizá, que
fuera yo quien iniciara la conversación; pero no lo haría; me sentía algo
ansiado y sin pensarlo, tomé de mis bolcillos el tabaco que me guardaba junto a
un mechero y lo metí a mi boca, prendiendo el cigarrillo con desesperación,
tratando de prender el mechero.
- Humm…- Gemí al lastimarme el pulgar intentando prender ese puto
mechero; Gustav me miró y al tiro bajó la mirada; yo seguía intentando,
mientras el cigarrillo en mis labios iba mojándose con mi saliva.
- ¿Q-quieres ayuda?- Lo miré; él tendía su mechero, mirándome con
seriedad; mis ganas por fumarme el cigarrillo le podrían ganar al orgullo, así
que asentí y tomé su mechero, prendiéndolo sobre el cigarrillo, hasta que sacó
ese agradable olor.
- Gracias…- se lo regresé y recargué mi espalda en el sofá, disfrutando
del tabaco, sin prestarle atención a Gustav; tan solo yo y el tabaco.
Y así…así fue como ese estúpido día concluyó. Ahora estamos en Loa
Ángeles, lejos de mis amigos, lejos de ese problema que se comía a mi mente; y
sí, sabía que estaba mal dejar un problema sin concluir, pero esto no era
extraño en mí.
[…]
AÑO NUEVO, el día en que todas las personas creemos que por tan solo
comer doce uvas y pedir un deseo por cada una, estos se van a cumplir; el día
en que creemos que con hacer “rituales” las cosas que ansiamos vendrán a tocar
a la puerta. Intentamos creer que la vida nos va a cambiar de un segundo a
otro, que todo lo que queremos vendrá sin hacer un mínimo esfuerzo.
Pero yo no lo veía de esa forma.
Está claro que lo veía como un día para empezar un nuevo año, intentando
no cometer los mismos errores que cometí el año pasado; pero solo eso; y mucho
menos ahora que la persona con la que siempre soñaba reconciliarme se había ido
de la tierra sin avisar.
Iríamos a comer, Danny, Sam, Tom, (tu nombre) y yo, pues los cinco teníamos
a nuestras familias en un país distinto y se podría decir que somos familia
ahora. Tom y (tu nombre) estaban arreglándose; últimamente ya no le prestaba la
misma atención a mi físico que antes, ahora empezaba a descuidarlo un poco,
gracias a los putos ánimos que siempre me traía puestos.
- Pff…que lindo día…- me dije a mi mismo con sarcasmo. Me senté en el
sofá de la sala y saqué de mi bolso de cuero blanco, tabaco para calmar mis
ansias; tomé un mechero nuevo de la mesita de vidrio y pronto prendí el
cigarrillo que yacía en mis labios. –humm…- gemí de puro gusto y placer, me
encantaba fumar cigarrillos cuando estaba en una situación difícil de
descifrar.
Sentí que el sofá se hundía a mi lado; en un brinco abrí los ojos y
dirigí mi mirada hacia esa persona, que me miraba seria. De pronto sentí su
olor penetrar en mis fosas nasales; me encantaba ese olor.
- Tu princesa esta maquillándose.- sonreí mientras asentía y le daba una
gran calada a mi cigarrillo, cerrando los ojos.
- ¡Oh, mierda, Tom! ¡¿Qué te pasa?!- dije de golpe. –Cof…cof… ¡Cof…!-me
había tragado todo el humo que aun guardaba en mi boca, pero Tom ni siquiera se
molesto en ayudar, más bien parecía algo contento.
- Intento ayudarte, ya no puedes fumar tanto.
- ¡Devuélveme el cigarrillo, Tom!- él negó, apretándolo fuertemente
contra el cenicero. –Hijo de puta…
- Me lo agradecerás algún día.
- Puedes apostar que no lo haré.
- Sí, entonces pasaré a ganar el premio de la apuesta cuando estés
enfermo de cáncer en el hospital por culpa de esas cosas.
- Me importa un huevo, no puedes quitarme lo que me gusta.- él sonrió.
- Lo hice con las drogas, ¡y solo mírate!, aun tienes esos lindos
dientes blancos.
- ¡No tiene nada que ver, Tom!
- Sí, sí tiene, y ahora mejor calla, que ahí viene tu “linda.”- acarició
mi muslo, mirándome con una gran sonrisa. Me corrí con fuerza, enojado.
- ¡No vuelvas a tocarme!- sin quitar su sonrisa, él negó con fuerza y
caminó hacia la puerta.
Me levanté del sofá y caminé hacia ella, rodeando mi brazo en su
cintura; ella sonrió con ternura, y sin decir una sola palabra, los tres
caminamos al auto de mi hermano. Metió las llaves y al salir de casa, aceleró,
haciendo que mi cabello bailara con fuerza gracias al aire; pronto puso la radio,
subiendo el volumen sin mirar el estéreo del auto.
[…]
Y como ya lo esperaba, después de la comida llegaron las uvas, las doce
uvas moradas que al tan solo mirarlas, podían causarme repugnancia y arcadas.
Pero al parecer era al único que esas cosas le causaba ese sentimiento, pues
los demás sonreían ampliamente, mientras las comían, una después de otra,
cerrando sus ojos mientras pedían ese deseo. Miré a mi hermano, quien masticaba
lentamente con sus ojos cerrados, tomando su estómago mientras lo
acariciaba…sonreí.
Mi mano lentamente se entrelazó en la de mi princesa, quien apretó mi
mano y la acarició con el pulgar, aun sin mirarme, comiendo las uvas y
seguramente, también pidiendo deseos. Me sentí un poco estúpido al no hacerlo,
pero es que simplemente lo consideraba
algo inútil.
- Qué, ¿no vas a hacerlo, Bill?- preguntó Danny, tomando, igualmente, la
mano de Sam. Mordí mis labios, un poco nervioso.
- Pues, la realidad es que no creo en esto.- Sam sonrió.
- Vamos, que eso no importa.- dijo, mirando a Danny.
- La verdad no creo hacerlo, sería estúpido.
- Pero no pierdes nada con hacerlo.- dijo (tu nombre), mirándome con una
hermosa sonrisa, que me era tan difícil negarle algo con esa hermosa sonrisa.
- Bien…lo haré.- tomé un puño de uvas y comencé a meterlas en mi boca,
pensando en “deseos” que podría hacer realidad.
1.- Poder ser feliz.
2.- Olvidar el pasado que me hizo mal y no deja que viva mi presente.
3.- Dejar de sentir dolor.
4.- Poder recuperar la confianza en mí mismo.
5.- Dejar de fumar y tomar.
6.- Poder hacer que mi princesa y
yo tengamos una familia feliz.
7.- Dejar de defraudar a mi hermano.
8.- Encontrarle un mejor sentido a la vida.
9.- Desaparecer toda ansia de querer hacerme daño.
10.- Aprender a usar mis alas.
11.- Rehacer la banda.
12.- No perder a mis amigos.
Tragué la última, cerrando los ojos con algo de placer, pues esto
definitivamente me ponía feliz, saber que en 12 pasos mi vida podía ser
completamente diferente. Y lo lograría tan solo porque tenía las ganas de
hacerlo, no quería que mi vida siguiera siendo la mierda que es ahora,
realmente no lo quería. Abrí los ojos, todos ellos me miraban, con una pequeña
sonrisa en sus labios. Sonreí igualmente, una sonrisa de mis familia podía
subirme el humor en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de no tener una perfecta
familia de sangre, tenía una de amigos y era completamente perfecta.
[…]
- ¿Eso crees?- pregunté; ella asintió.
- Sí, completamente, ¿es que eres algo así como bipolar?- empecé a reír.
- No, pasa que estos últimos días no fueron como lo esperaba.
- Y ¿enserio crees que el cigarrillo te ayudará?
- Pues, la verdad es que si me ayuda, aun que no lo creas.
- Pero estas acabando con tu cuerpo.
- Ya lo sé, y por eso intentaré no hacerlo más.
- A veces siento que somos pareja, y mucho menos de matrimonio.- mi
pecho sufrió de una punzada fuerte; la miré, esperando una explicación, temía
que esto llegara a su fin.
- ah, ¿no?...entonces, ¿es como si no me quisieras?- negó.
- ¡Claro que no, Billy!- río. – Quiero decir que, siento que somos los
amigos de antes. ¿Recuerdas que buenos tiempos pasamos?- sonreí ampliamente,
claramente recordando todas y cada una de las cosas que hacíamos juntos.
- Eso nunca podré olvidarlo.- dije sin dejar de sonreír.
- Pues a eso me refiero. Siento que eres el amigo que todos quieren
tener, el que te ayuda a subirte el ánimo, el que siempre está ahí cuando lo
necesitas, y a pesar de que a veces esté alejado, tu lo sientes cercano por
todas las lindas palabras que te dijo en un pasado.
- Yo…- dije, apenado.
- ¡Eres impresionante, Bill!, el mejor amigo, el mejor novio y sobre
todo, el mejor prometido y hombre de toda mi vida. Verte mal me hace sentirme
completamente triste, de verdad, pero sé que siempre tienes unas hermosas
palabras que decir.
- No sé cómo puedes quererme de esa forma, linda; definitivamente no me
siento como una buena persona, y mucho menos cuando estoy a tu lado, ¿sabes por
qué?
- ¿Por qué?
- Porque siento que todo lo hago mal, siento que tú piensas que no te
quiero, cuando es completamente lo contrario, ¡Te amo!
- Pues no deberías pensar eso, porque a tu lado me siento la mujer más
feliz.
- ¿A pesar de mis cambios de humor?- sonreí.
- A pesar de todo, cuando te enojas, cuando gritas, cuando estas
asustado, cuando lloras, cuando ríes, cuando estas serio, cuando estas
nervioso, cuando estas feliz, triste. No me importa tu estado de ánimo, está
claro que me preocupo por ti, pero es porque te amo. ¿Sabes una cosa?, no
quiero una relación perfecta, nunca creí en ellas, las peleas son las que nos
hacen crecer como pareja, y yo te amo a pesar de todo lo fácil y lo difícil que
hemos pasado.
- (Tu nombre)…lo que me estás diciendo…me hace sentirme completamente
feliz y afortunado por tenerte. Eres la persona más importante en mi vida.
- ¿Enserio?- sonrió con ternura.
- No, la verdad que no.- se puso seria. Le abracé por la espalda, dando
un beso en su cuello. –es solo una broma, eres lo mejor que me ha pasado.
- Te adoro, tonto.- sonreí.
- Yo más, fea.- acarició mi nuca, riendo con ternura. -¿tienes hambre?
- Humm, no mucha, ¿y tú, gordo?
- ¡Oye!- se carcajeó. –Ahora no podré decir que sí, por tu culpa.
- Bien, lo siento, ¿me disculpas?- le apretujé su pequeño cuerpo en mis
brazos, acercando su espalda un poco más a mi estómago. –oh, Bill… ¡me dejas
sin respiración!- ahora fui yo quien se carcajeó.
- Ese era lo planeado.
- Bill… por favor…- decía mientras reía.
- Vamos a ir a tomarnos un helado, ¿aceptas?
- ¡NOO!
- Bien, entonces morirás en mis brazos.- comenzó a revolverse con
fuerza.
- ¡Ya, Bill, para! ¡PARA!...bien, ya esta ¡ACEPTO, ACEPTO!
- ¿Estás segura?
- SÍ, SÍ.- dejé de apretujarla, pero no dejé de abrazarle. –Bill...nunca
creí que tenías tanta fuerza…- sonreí.
- Estos pequeños brazos esconden una gran fuerza.- reí.
- Ya me di cuenta.- besé su mejilla.
- Ahora vamos por nuestros helados.
Caminamos sin separarnos, yo detrás de ella, rodeando su estómago con mis
manos hasta llegar a ahí y pedir nuestros helados.
- Bien, son $48.- dijo él. Saqué de mi bolso mi cartera y después la
miré a ella, que hacía lo mismo.
- ¡Hey! ¡¿Qué te pasa!?- los dos ahí saltaron, pero en cambio yo saqué
una fuerte carcajada. -¿estás algo loquita? Voy a pagarlos yo.
- Creo que el loquito eres tú.
- ¡Guarda eso!- negó. -¡(Tu nombre), que lo guardes!
- No.- sonrió. Le arrebaté el dinero de su mano y tendí un billete al
hombre, quien nos miraba con confusión. -¡ERES TERCO, BILL!
- Oh, solo guarda silencio.- sonreí. -¡Gracias!- el hombre solo asintió.
Tendí el dinero a mi princesa, pero ella negó.
- Ahora te lo quedas tú.- negué con fuerza y lo metí dentro de su bolso.
-¡Bill!
- jajaja, me encanta que te molestes.- sonrió.
- Mira, ¿porqué no nos sentamos por ahí?- señaló una banca de madera.
- Bien, vamos.- la tomé de su mano y corrimos hasta la banca. Tomé la
pequeña cucharita y metí un poco de helado en mi boca. –humm, hace tanto que no
probaba una de estas.- ella sonrió.
- Todos los fines de semana, con papá y mamá salíamos a tomar una.
- ¿Enserio?- asintió. –Entonces el gordo no era yo, ¡eras tú!- me miró
con incredulidad.
- ¡oh, Bill!- manchó mi nariz con su helado y después, empezó a reír con
fuerza. –jaja, creo que te manchaste un poco, Bill.
- ¡No es gracioso!
- Sí que lo es.- tomé mi toalla de papel y limpié mi nariz.
- Eres odiosa.- sonreí. Ella me ignoró por completo, metiendo a su boca
la cuchara, varias veces, sin siquiera mirarme; la imité, tomando el helado con
rapidez hasta terminarlo. Me acerqué más a ella, mirándola sin decir una sola
palabra; ella sonrió y fingió seguir ignorándome. -¿Princesa?
- ¿Qué quieres, Bill?- sonreímos.
- Oh, nada.- pasé mi brazo por sus hombros, haciendo que ella se apoyara
su cabeza en mi hombro; comencé a hacerle cosquillas en su cuello; ella como
respuesta daba pequeños saltitos y gritaba.
- ¡Bill!
- Mande.
- ¡PARA, BILL!- pataleaba con fuerza, mientras yo reía sin poder
controlarme.
Tomó mi mano con fuerza y la estrujó, haciendo que la soltara; me miró
seria, recobrando la respiración, después comenzó a sonreír, y se acercó a mí
con lentitud dando un rápido y pequeño beso en mi frente.
- Me encanta.
- ¿Qué?
- Tu frente tan grande.- sonreí, cubriéndola con la planta de mi mano.
- Oficialmente me has avergonzado.
- Oh, de verdad me gusta, en serio que sí.
- Pues, ¿te digo que me gusta?
- Dime.- me acerqué a ella y besé sus
labios, tal como lo había hecho ella.
- Tus labios tan suaves.- sonrió. –ah, y también esa linda sonrisa.
- Basta, Bill.- me dio un abrazo fuerte, bajando a mi cuello y besándolo
una vez con un pequeño beso; rodeo mi cuerpo con sus brazos, acomodándose en el
pequeño hueco de entre mi cuello y mi hombro. – Qué lindo hueles.
- ¿Te gusta?- asintió. –yo creo que es muy dulce.
- No, no, así es perfecto.- sonreí.
- Te amo, linda.
- Yo te adoro.- paso sus dedos por mis costillas un poco remarcadas, una
tras la otra con delicadeza. –Que delgadito eres.- volví a sonreír…vaya, no
podía dejar de hacerlo.
- Que bonita eres.- le dio la risa floja.
- Igual que tu.
- No, mucho más.- hice que dejara de abrazarme, para mirarnos frente a
frente y acercarme a sus labios con delicadeza, abriendo los míos para sellarlos
con los de ella, en un pequeño beso.
Al separarnos, no abrimos los ojos, aun podía sentir su respiración
sobre la mía y una vez más, sonreír y abrí mis ojos lentamente, al igual que
ella lo hacía. Acaricié su mejilla con mi pulgar, mientras ella intentaba
ocultar esa sonrisita tan linda; mi mano pasó a su cabello tan suave que
desprendía un tierno olor, uno muy bello en realidad.
Mis deseos podían cumplirse o no gracias a esas uvas, pero realmente
había uno que los dos estábamos haciendo realidad y no lo dejaríamos hasta
cumplirlo y poder gritarlo a todo el mundo: Amarnos hasta que nuestro último
día llegara.