viernes, 29 de junio de 2012

Capitulo 96


Nos quedamos en silencio ahí en la sala; Gustav me miraba, y lo sabía porque sentía esos ojos sobre mí, a pesar de yo no hacía por mirarlo gracias a la vergüenza que estaba consumiéndome el cuerpo más rápido que un incienso; hablar sería estúpido e inútil, pero quedarme en silencio sería por cobardía; y ninguna de las dos opciones me llenaba, solo esperaba que fuera él quien hablara para no tener que iniciar nuevamente con una conversación que más que conversación era una plática para bajarme los ánimos y la autoestima, y de la última ya me quedaba poca; no quería perderla por completo.

Mi cuerpo empezó a temblar gracias a las ansias que tenía en este momento, miré a Gustav; él seguía con su mirada sobre mí, esperando quizá, que fuera yo quien iniciara la conversación; pero no lo haría; me sentía algo ansiado y sin pensarlo, tomé de mis bolcillos el tabaco que me guardaba junto a un mechero y lo metí a mi boca, prendiendo el cigarrillo con desesperación, tratando de prender el mechero.

- Humm…- Gemí al lastimarme el pulgar intentando prender ese puto mechero; Gustav me miró y al tiro bajó la mirada; yo seguía intentando, mientras el cigarrillo en mis labios iba mojándose con mi saliva.

- ¿Q-quieres ayuda?- Lo miré; él tendía su mechero, mirándome con seriedad; mis ganas por fumarme el cigarrillo le podrían ganar al orgullo, así que asentí y tomé su mechero, prendiéndolo sobre el cigarrillo, hasta que sacó ese agradable olor.

- Gracias…- se lo regresé y recargué mi espalda en el sofá, disfrutando del tabaco, sin prestarle atención a Gustav; tan solo yo y el tabaco.

Y así…así fue como ese estúpido día concluyó. Ahora estamos en Loa Ángeles, lejos de mis amigos, lejos de ese problema que se comía a mi mente; y sí, sabía que estaba mal dejar un problema sin concluir, pero esto no era extraño en mí.

[…]

AÑO NUEVO, el día en que todas las personas creemos que por tan solo comer doce uvas y pedir un deseo por cada una, estos se van a cumplir; el día en que creemos que con hacer “rituales” las cosas que ansiamos vendrán a tocar a la puerta. Intentamos creer que la vida nos va a cambiar de un segundo a otro, que todo lo que queremos vendrá sin hacer un mínimo esfuerzo.

Pero yo no lo veía de esa forma.

Está claro que lo veía como un día para empezar un nuevo año, intentando no cometer los mismos errores que cometí el año pasado; pero solo eso; y mucho menos ahora que la persona con la que siempre soñaba reconciliarme se había ido de la tierra sin avisar.

Iríamos a comer, Danny, Sam, Tom, (tu nombre) y yo, pues los cinco teníamos a nuestras familias en un país distinto y se podría decir que somos familia ahora. Tom y (tu nombre) estaban arreglándose; últimamente ya no le prestaba la misma atención a mi físico que antes, ahora empezaba a descuidarlo un poco, gracias a los putos ánimos que siempre me traía puestos.

- Pff…que lindo día…- me dije a mi mismo con sarcasmo. Me senté en el sofá de la sala y saqué de mi bolso de cuero blanco, tabaco para calmar mis ansias; tomé un mechero nuevo de la mesita de vidrio y pronto prendí el cigarrillo que yacía en mis labios. –humm…- gemí de puro gusto y placer, me encantaba fumar cigarrillos cuando estaba en una situación difícil de descifrar.

Sentí que el sofá se hundía a mi lado; en un brinco abrí los ojos y dirigí mi mirada hacia esa persona, que me miraba seria. De pronto sentí su olor penetrar en mis fosas nasales; me encantaba ese olor.

- Tu princesa esta maquillándose.- sonreí mientras asentía y le daba una gran calada a mi cigarrillo, cerrando los ojos.

- ¡Oh, mierda, Tom! ¡¿Qué te pasa?!- dije de golpe. –Cof…cof… ¡Cof…!-me había tragado todo el humo que aun guardaba en mi boca, pero Tom ni siquiera se molesto en ayudar, más bien parecía algo contento.

- Intento ayudarte, ya no puedes fumar tanto.

- ¡Devuélveme el cigarrillo, Tom!- él negó, apretándolo fuertemente contra el cenicero.  –Hijo de puta…

- Me lo agradecerás algún día.

- Puedes apostar que no lo haré.

- Sí, entonces pasaré a ganar el premio de la apuesta cuando estés enfermo de cáncer en el hospital por culpa de esas cosas.

- Me importa un huevo, no puedes quitarme lo que me gusta.- él sonrió.

- Lo hice con las drogas, ¡y solo mírate!, aun tienes esos lindos dientes blancos.

- ¡No tiene nada que ver, Tom!

- Sí, sí tiene, y ahora mejor calla, que ahí viene tu “linda.”- acarició mi muslo, mirándome con una gran sonrisa. Me corrí con fuerza, enojado.

- ¡No vuelvas a tocarme!- sin quitar su sonrisa, él negó con fuerza y caminó hacia la puerta.

Me levanté del sofá y caminé hacia ella, rodeando mi brazo en su cintura; ella sonrió con ternura, y sin decir una sola palabra, los tres caminamos al auto de mi hermano. Metió las llaves y al salir de casa, aceleró, haciendo que mi cabello bailara con fuerza gracias al aire; pronto puso la radio, subiendo el volumen sin mirar el estéreo del auto.

[…]

Y como ya lo esperaba, después de la comida llegaron las uvas, las doce uvas moradas que al tan solo mirarlas, podían causarme repugnancia y arcadas. Pero al parecer era al único que esas cosas le causaba ese sentimiento, pues los demás sonreían ampliamente, mientras las comían, una después de otra, cerrando sus ojos mientras pedían ese deseo. Miré a mi hermano, quien masticaba lentamente con sus ojos cerrados, tomando su estómago mientras lo acariciaba…sonreí.

Mi mano lentamente se entrelazó en la de mi princesa, quien apretó mi mano y la acarició con el pulgar, aun sin mirarme, comiendo las uvas y seguramente, también pidiendo deseos. Me sentí un poco estúpido al no hacerlo, pero  es que simplemente lo consideraba algo inútil.

- Qué, ¿no vas a hacerlo, Bill?- preguntó Danny, tomando, igualmente, la mano de Sam. Mordí mis labios, un poco nervioso.

- Pues, la realidad es que no creo en esto.- Sam sonrió.

- Vamos, que eso no importa.- dijo, mirando a Danny.

- La verdad no creo hacerlo, sería estúpido.

- Pero no pierdes nada con hacerlo.- dijo (tu nombre), mirándome con una hermosa sonrisa, que me era tan difícil negarle algo con esa hermosa sonrisa.

- Bien…lo haré.- tomé un puño de uvas y comencé a meterlas en mi boca, pensando en “deseos” que podría hacer realidad.

1.- Poder ser feliz.

2.- Olvidar el pasado que me hizo mal y no deja que viva mi presente.

3.- Dejar de sentir dolor.

4.- Poder recuperar la confianza en mí mismo.

5.- Dejar de fumar y tomar.

6.-  Poder hacer que mi princesa y yo tengamos una familia feliz.

7.- Dejar de defraudar a mi hermano.

8.- Encontrarle un mejor sentido a la vida.

9.- Desaparecer toda ansia de querer hacerme daño.

10.- Aprender a usar mis alas.

11.- Rehacer la banda.

12.- No perder a mis amigos.

Tragué la última, cerrando los ojos con algo de placer, pues esto definitivamente me ponía feliz, saber que en 12 pasos mi vida podía ser completamente diferente. Y lo lograría tan solo porque tenía las ganas de hacerlo, no quería que mi vida siguiera siendo la mierda que es ahora, realmente no lo quería. Abrí los ojos, todos ellos me miraban, con una pequeña sonrisa en sus labios. Sonreí igualmente, una sonrisa de mis familia podía subirme el humor en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de no tener una perfecta familia de sangre, tenía una de amigos y era completamente perfecta.

[…]

- ¿Eso crees?- pregunté; ella asintió.

- Sí, completamente, ¿es que eres algo así como bipolar?- empecé a reír.

- No, pasa que estos últimos días no fueron como lo esperaba.

- Y ¿enserio crees que el cigarrillo te ayudará?

- Pues, la verdad es que si me ayuda, aun que no lo creas.

- Pero estas acabando con tu cuerpo.

- Ya lo sé, y por eso intentaré no hacerlo más.

- A veces siento que somos pareja, y mucho menos de matrimonio.- mi pecho sufrió de una punzada fuerte; la miré, esperando una explicación, temía que esto llegara a su fin.

- ah, ¿no?...entonces, ¿es como si no me quisieras?- negó.

- ¡Claro que no, Billy!- río. – Quiero decir que, siento que somos los amigos de antes. ¿Recuerdas que buenos tiempos pasamos?- sonreí ampliamente, claramente recordando todas y cada una de las cosas que hacíamos juntos.

- Eso nunca podré olvidarlo.- dije sin dejar de sonreír.

- Pues a eso me refiero. Siento que eres el amigo que todos quieren tener, el que te ayuda a subirte el ánimo, el que siempre está ahí cuando lo necesitas, y a pesar de que a veces esté alejado, tu lo sientes cercano por todas las lindas palabras que te dijo en un pasado.

- Yo…- dije, apenado.

- ¡Eres impresionante, Bill!, el mejor amigo, el mejor novio y sobre todo, el mejor prometido y hombre de toda mi vida. Verte mal me hace sentirme completamente triste, de verdad, pero sé que siempre tienes unas hermosas palabras que decir.

- No sé cómo puedes quererme de esa forma, linda; definitivamente no me siento como una buena persona, y mucho menos cuando estoy a tu lado, ¿sabes por qué?

- ¿Por qué?

- Porque siento que todo lo hago mal, siento que tú piensas que no te quiero, cuando es completamente lo contrario, ¡Te amo!

- Pues no deberías pensar eso, porque a tu lado me siento la mujer más feliz.

- ¿A pesar de mis cambios de humor?- sonreí.

- A pesar de todo, cuando te enojas, cuando gritas, cuando estas asustado, cuando lloras, cuando ríes, cuando estas serio, cuando estas nervioso, cuando estas feliz, triste. No me importa tu estado de ánimo, está claro que me preocupo por ti, pero es porque te amo. ¿Sabes una cosa?, no quiero una relación perfecta, nunca creí en ellas, las peleas son las que nos hacen crecer como pareja, y yo te amo a pesar de todo lo fácil y lo difícil que hemos pasado.

- (Tu nombre)…lo que me estás diciendo…me hace sentirme completamente feliz y afortunado por tenerte. Eres la persona más importante en mi vida.

- ¿Enserio?- sonrió con ternura.

- No, la verdad que no.- se puso seria. Le abracé por la espalda, dando un beso en su cuello. –es solo una broma, eres lo mejor que me ha pasado.

- Te adoro, tonto.- sonreí.

- Yo más, fea.- acarició mi nuca, riendo con ternura. -¿tienes hambre?

- Humm, no mucha, ¿y tú, gordo?

- ¡Oye!- se carcajeó. –Ahora no podré decir que sí, por tu culpa.

- Bien, lo siento, ¿me disculpas?- le apretujé su pequeño cuerpo en mis brazos, acercando su espalda un poco más a mi estómago. –oh, Bill… ¡me dejas sin respiración!- ahora fui yo quien se carcajeó.

- Ese era lo planeado.

- Bill… por favor…- decía mientras reía.

- Vamos a ir a tomarnos un helado, ¿aceptas?

- ¡NOO!

- Bien, entonces morirás en mis brazos.- comenzó a revolverse con fuerza.

- ¡Ya, Bill, para! ¡PARA!...bien, ya esta ¡ACEPTO, ACEPTO!

- ¿Estás segura?

- SÍ, SÍ.- dejé de apretujarla, pero no dejé de abrazarle. –Bill...nunca creí que tenías tanta fuerza…- sonreí.

- Estos pequeños brazos esconden una gran fuerza.- reí.

- Ya me di cuenta.- besé su mejilla.

- Ahora vamos por nuestros helados.

Caminamos sin separarnos, yo detrás de ella, rodeando su estómago con mis manos hasta llegar a ahí y pedir nuestros helados.

- Bien, son $48.- dijo él. Saqué de mi bolso mi cartera y después la miré a ella, que hacía lo mismo.

- ¡Hey! ¡¿Qué te pasa!?- los dos ahí saltaron, pero en cambio yo saqué una fuerte carcajada. -¿estás algo loquita? Voy a pagarlos yo.

- Creo que el loquito eres tú.

- ¡Guarda eso!- negó. -¡(Tu nombre), que lo guardes!

- No.- sonrió. Le arrebaté el dinero de su mano y tendí un billete al hombre, quien nos miraba con confusión. -¡ERES TERCO, BILL!

- Oh, solo guarda silencio.- sonreí. -¡Gracias!- el hombre solo asintió. Tendí el dinero a mi princesa, pero ella negó.

- Ahora te lo quedas tú.- negué con fuerza y lo metí dentro de su bolso. -¡Bill!

- jajaja, me encanta que te molestes.- sonrió.

- Mira, ¿porqué no nos sentamos por ahí?- señaló una banca de madera.

- Bien, vamos.- la tomé de su mano y corrimos hasta la banca. Tomé la pequeña cucharita y metí un poco de helado en mi boca. –humm, hace tanto que no probaba una de estas.- ella sonrió.

- Todos los fines de semana, con papá y mamá salíamos a tomar una.

- ¿Enserio?- asintió. –Entonces el gordo no era yo, ¡eras tú!- me miró con incredulidad.

- ¡oh, Bill!- manchó mi nariz con su helado y después, empezó a reír con fuerza. –jaja, creo que te manchaste un poco, Bill.

- ¡No es gracioso!

- Sí que lo es.- tomé mi toalla de papel y limpié mi nariz.

- Eres odiosa.- sonreí. Ella me ignoró por completo, metiendo a su boca la cuchara, varias veces, sin siquiera mirarme; la imité, tomando el helado con rapidez hasta terminarlo. Me acerqué más a ella, mirándola sin decir una sola palabra; ella sonrió y fingió seguir ignorándome. -¿Princesa?

- ¿Qué quieres, Bill?- sonreímos.

- Oh, nada.- pasé mi brazo por sus hombros, haciendo que ella se apoyara su cabeza en mi hombro; comencé a hacerle cosquillas en su cuello; ella como respuesta daba pequeños saltitos y gritaba.

- ¡Bill!

- Mande.

- ¡PARA, BILL!- pataleaba con fuerza, mientras yo reía sin poder controlarme.

Tomó mi mano con fuerza y la estrujó, haciendo que la soltara; me miró seria, recobrando la respiración, después comenzó a sonreír, y se acercó a mí con lentitud dando un rápido y pequeño beso en mi frente.

- Me encanta.

- ¿Qué?

- Tu frente tan grande.- sonreí, cubriéndola con la planta de mi mano.

- Oficialmente me has avergonzado.

- Oh, de verdad me gusta, en serio que sí.

- Pues, ¿te digo que me gusta?

- Dime.- me acerqué a ella y besé sus  labios, tal como lo había hecho ella.

- Tus labios tan suaves.- sonrió. –ah, y también esa linda sonrisa.

- Basta, Bill.- me dio un abrazo fuerte, bajando a mi cuello y besándolo una vez con un pequeño beso; rodeo mi cuerpo con sus brazos, acomodándose en el pequeño hueco de entre mi cuello y mi hombro. – Qué lindo hueles.

- ¿Te gusta?- asintió. –yo creo que es muy dulce.

- No, no, así es perfecto.- sonreí.

- Te amo, linda.

- Yo te adoro.- paso sus dedos por mis costillas un poco remarcadas, una tras la otra con delicadeza. –Que delgadito eres.- volví a sonreír…vaya, no podía dejar de hacerlo.

- Que bonita eres.- le dio la risa floja.

- Igual que tu.

- No, mucho más.- hice que dejara de abrazarme, para mirarnos frente a frente y acercarme a sus labios con delicadeza, abriendo los míos para sellarlos con los de ella, en un pequeño beso.

Al separarnos, no abrimos los ojos, aun podía sentir su respiración sobre la mía y una vez más, sonreír y abrí mis ojos lentamente, al igual que ella lo hacía. Acaricié su mejilla con mi pulgar, mientras ella intentaba ocultar esa sonrisita tan linda; mi mano pasó a su cabello tan suave que desprendía un tierno olor, uno muy bello en realidad.

Mis deseos podían cumplirse o no gracias a esas uvas, pero realmente había uno que los dos estábamos haciendo realidad y no lo dejaríamos hasta cumplirlo y poder gritarlo a todo el mundo: Amarnos hasta que nuestro último día llegara.


miércoles, 27 de junio de 2012

capitulo 95


Hoy pasaríamos el día con nuestros amigos, ya que hacía un par de años que no pasábamos la navidad con ellos y debo de aceptar que extraño pasarlo con Georg en Hamburgo. El timbre sonó un par de veces, Bill y yo nos miramos, esperando que el contrario abriera la puerta; él se levantó del sofá y salió al jardín; después de unos pequeños minutos todos entraron a la casa, riendo; Georg se acercó a mí y me dio un abrazo.

- Amigo, ¿cómo estás?

- Yo estoy muy bien, gracias. ¿Cómo estás tú?

- Oh, muy bien.- miró hacia las escaleras con confusión y apuntó. -¿Ella es su hermanita?- miré hacia atrás y ahí la vi, asomada con seriedad, mirándonos; camine hacia ella y la levanté en mis brazos.

- Sí.- Ella sonrió. –El es mi mejor amigo, Arabelle, ¿por qué no lo saludas?- su cuerpo se tensó y sonrió nerviosa.

- Hola… ¿Cómo te llamas?

- Soy Georg.- él sonrió.

- ¡Hola!- gritó, sonriendo. -¡¿Quieres jugar a los muñecos conmigo?!- Georg comenzó a reír.

- Iremos al parque Arabelle, ¿no quieres venir?

- ¿Al parque?- asentí. -¡Sí quiero!

- Bien, entonces dile a Bill que te ayude a peinarte.- la bajé de mis brazos y ella corrió con Bill.

- ¡Hermanito, Bill!- él se puso en cuclillas, sonriendo tiernamente.

- Mande.

- Dice Tom que me ayudes a peinarme.- Sus ojos miraron hacia donde Georg y yo estábamos y negó sin quitar su sonrisa.

- Bien, subamos.

[…]

- ¡Tom, está cayendo nieve!- gritó Arabelle; yo la miré sonriendo.

- Lo sé, ¿no te gusta?

- Sí me gusta, pero vamos a enfermar.

- Eso no pasará, estás abrigada, ¿no es cierto?- asintió. –Entonces no hay nada que temer.- ella sonrió.

Nos sentamos en la nieve, nos manteníamos en silencio por minutos enteros, excepto Bill y (tu nombre), quienes se susurraban el uno al otro, son prestarnos atención a nosotros; una pequeña risita salió de los labios de mi hermano, aguda y un tanto silenciosa; pase mi mirada hacia Andreas, Gustav, Georg y Arabelle, quienes, al igual que yo, teníamos la mirada en Bill y (tu nombre), sin perdernos algún movimiento que ellos hicieran. Los labios de mi hermano se abrieron, mientras él se acercaba a los de (tu nombre), quien también entreabrió los suyos hasta besarse de una forma un poco comprometedora; la mano de Bill acarició la mejilla de (tu nombre) y después de solo unos segundos, sus labios se separaron y volvieron a juntarse en un beso pequeño, para después volver a separarse y sonreírse el uno al otro.

- ¡Le voy a decir a mi mami, Bill!, ¡Darse besos en la boca no es bueno!- todos ahí reímos, excepto por Bill, quien solo sonrió y bajó la mirada apenado.

- ¿Lo ves, Bill?- dijo Andreas. -¿Qué le estás enseñando a tu hermana?

- Es que mi mami y mi papi dicen que si un niño le da un beso a una niña cuando ella no quiere, es malo.- Andreas sonrió y acarició el cabello de Arabelle.

- ¿Te digo algo?- dijo Gustav, simulando que susurraba.

- ¿Qué?

- Creo que ella si quería.

- ¿Enserio?- Él asintió.

- Sí, ¿viste como sonrieron?- Ella lo miró, esperando a que terminara. –Ella sí quería.

- Oh…entonces no le digo a nadie.- sonrió.

- Ya, qué Bill se ha sonrojado, solo mírenlo.- Todos lo miraron, y en definitiva, mi hermano se había sonrojado por completo.

- guarda silencio, Tom, no es gracioso.- dijo, apretujando con delicadeza la mano de (tu nombre).

- Lo siento.- reí. - ¿Saben?, creo que ya me ha dado hambre, ¿quisieran ir a comer?

- Yo te acompaño, amigo.- fijo Georg. – ¿Gustav?

- Bien, creo que yo también voy, ¿y tú Andreas?

- Hum…bien, yo también voy.- él miró a (tu nombre) y a mi hermano, quienes también nos miraban a nosotros con algo de indiferencia. – ¿Bill, (tu nombre)?

- Bien…eh, creo que mejor me quedo.- Dijo Bill.

- Creo que yo también.- Dijo (tu nombre).

- Oh, vamos.- Insistió Andreas.

- No tengo hambre, además, no he estado con (tu nombre).- Sonrió, pero Andreas mostró lo contrario a felicidad.

- Sí, pero tampoco nos has visto a nosotros, Bill. A (tu nombre) la ves todos los días.- esta vez, la cara de Bill mostró seriedad, como si lo que Andreas acababa de decirle hubiera hecho un hueco en su pecho.

- Pero, Andy, (tu nombre) y yo siempre pasamos la navidad juntos.

- La pasan juntos desde que se casaron; te recuerdo que antes lo pasábamos juntos con Gustav.

- Por favor, Andreas, no te pongas así, podemos pasar el resto del día juntos, por ahora quiero estar con ella.- Andreas rodeo los ojos.

- Oh- le entró la risa floja a Andreas. -¿Entonces somos tu segunda opción?, si es así prefiero no pasarlo contigo.- se levantó del pasto y empezó a caminar.

- Ah, ¡pues haz lo que quieras!- Andreas se detuvo y lo miró mientras negaba.

- ¡Solo mira lo que estoy haciendo!

- ¡Has cambiado demasiado!- La cara de Andreas mostró algo de ironía.

- ¡Creo que no soy el único que ha cambiado, eh!

Andreas caminó sin continuar con la discusión, mientras Bill solo miraba con orgullo como su amigo caminaba lejos, sin mirarlos. Intenté que el ambiente cambiara a ser el mismo de cuando llegamos, aunque creo que no funcionó del todo.

- Bien, ¿entonces van o se quedan?

- ¡ME QUEDO!

- Tranquilo, hermano.- dije de golpe; él solo negó. -¿(Tu nombre)?

- Eh, creo que yo me quedo también.

- Bueno, entonces los vemos en unas horas en la casa, ¿cierto?- ella asintió.

Sin despedirnos más, caminamos todos hacia la casa. Al llegar, Andreas estaba en el jardín, recargando su espalda en un árbol viejo y grueso, mirando hacia un punto fijo, sin prestarnos atención. No quería hacer el papel del hombre comprensivo que venía al mundo para cambiar la mentalidad de los otros, pero sí quería ayudar a que no estuvieran en tensión, pues Bill siempre me platicaba cosas buenas de Andreas y los celos y el orgullo por parte de ambos crecía de una manera impresionante.

Me acerqué a él, en silenció; no me miraba, pero por la tensión en su cuerpo me di cuenta que sabía él sabía que yo estaba ahí, y que no estaba para hacerle compañía, sino para hablar sobre la péquela pelea.

- Mi hermano sigue muy sensible por lo que pasó con papá.- hablar de eso me ponía la piel erizada y los ojos húmedos, pero era algo que tenía que superar, algo con lo que tenía que vivir por el resto de mis días.

- Yo lo sé, y lo comprendo. Pero lo que no entiendo es que antes todo era diferente; sus problemas los arreglábamos juntos, no con ella.

- Es normal que sientas celos de (Tu nombre)…

- Oh, vamos, yo no estoy celoso, (Tu nombre) es mi amiga…- interrumpió.

- Sí, pero (Tu nombre) ahora es esposa de Bill, ¿entiendes?, su relación es mucho más fuerte que una de amigos.

- ¿Estás diciendo que la confianza que le tiene a ella es mucho más grande que la que me tiene a mi?- sus  pupilas se dilataron, algo decepcionado.

- No, no me refiero a eso; quiero decir que, vamos, Bill y ella han tenido relaciones ya, algo que supongo nunca haría contigo. Él te cuenta cosas que a (tu nombre) no le contaría.

- ¿Enserio?- asentí.

- Él siempre me platica cosas lindísimas sobre ti, nunca te cambiaría por (tu nombre).

- ¿No?- se cruzó de brazos. –pues creo que ya lo hizo.

- Claro que no; Bill está sensible y con lo sensible le viene lo torpe e impulsivo.- él sonrió.

- Gracias, Tom.

By Bill

Mi intestinos se apretujaron en mi estomago; soy una persona lo bastante sensible como para arrepentirme al cabo de unos segundos sobre lo que hago. Odiaba esa parte de mí, en la que mi orgullo solo funcionaba cuando no quería que lo hiciera, y me fallaba cuando ponía un gran esfuerzo en que perdurara por tan solo unas horas más. Pero no iba a detenerme.

- Bill, quizá si debimos pasarlo con ellos.- la miré.

- ¿por qué?

- Yo solo digo; la navidad es para pasarlo con los que queremos.

- Y por eso lo estoy pasando contigo, ¿no es cierto?

- Bueno, sí, ¿pero acaso no los quieres a ellos?

Me quedé en silencio; había alguna que otra dificultad en mi interior, esa que no sabía definir a las personas que quería, a las que admiraba y a las que simplemente no me bancaba; pero ellos…ellos definitivamente eran personas por las que daría mi vida sin llegar a pensar en las consecuencias; por encima de los días y ocasiones difíciles supimos como derrotarlas y seguir juntos hacia adelante; no podría dejarlos, pero…

- Sí los quiero, pero me jode que Andreas piense que es mi segunda opción; quiero decir que, él debería entender que somos pareja.

Sí… el orgullo reinaba en mi mente cuando entraba en razón, cuando quería cambiar lo que no me gustaba. Una venda se ponía en mis ojos, cegándome con mi propio consentimiento.

- Estuvieron juntos desde la primaria; él fue tu primer amigo, creo que es completamente normal que se sienta desechado ahora que no pasas mucho tiempo con él.

- Él ha tenido novias también, ¿por qué nunca pensó en mí cuando lo hacía?, él quiere todo lo fácil para él, pero no puede aceptar que yo también las tenga.

- ¿Se lo preguntaste?, ¿Estás seguro de que él no pensaba en ti?- bajé la mirada, intentando progresar algunas de las palabras que podrían defender mi estúpida e incongruente postura; la realidad era que no, nunca se lo pregunte y sobre todo, nunca le renegué o le platiqué que me jodía un poco su falta de atención hacia mí.

- No, nunca.

- Lo que les hace falta es platicar. No creo que te guste pasar la navidad lejos de tus amigos solo por mí, Bill.

- No, pero siempre pasamos la navidad juntos; solo tú y yo; sin nadie más.

- ¿No crees que es hora de un cambio?, creo que tu problema es ese, Bill.

- ¿A qué te refieres?

- Te acostumbras bastante rápido a las rutinas; y hay veces en que las rutinas pueden llegar a lastimarte y lastimar a otros. Los cambios siempre son buenos, o qué, ¿quisieras estar con el mismo corte de cabello que siempre?

- ¡Oh, claro que no!- reí.

Me gustaba ser despojado de la venda que cubría mis ojos por ella, quien siempre usaba las palabras correctas para no hacerme sentir mal, y al contrario, siempre sacaba una sonrisa gracias a ella, a la persona más importante de toda mi vida; la única persona que me entendía y sabía cómo eran mis estados de ánimo siempre.

- Linda, te prometo que cuando encuentre la llave del cofre, serás la primera persona que aconsejaré para encontrar la suya.- su cara mostró completa confusión, pero yo no lo estaba, realmente no.

- ¿La llave del cofre?, ¿A qué te refieres?

- He escuchado y leído acerca de “la llave de la felicidad.”, es el momento en que decides lo que es bueno para ti sin pensar en la opinión de los demás; el momento en que te das cuenta que para encontrar la verdadera felicidad necesitar despojarte de todo lo que te hace mal, de todo lo que un día quisiste, pero el día de hoy te has dado cuenta que te lastimaba más de lo que nunca pensaste.

- ¿Y tú estás cerca de encontrarla?- sonreí.

- Estoy tan cerca que puedo sentirla, ¿y sabes una cosa?

- ¿Qué?

- Es gracias a ti que he podido llegar cerca.- su sonrisa se agrandó, enseñándome sus dientes.

Se acercó a mí, hincándose con lentitud, sin quitar su mirada de mis ojos, los que me miraban con un movimiento rápido; seria, sin alguna otra expresión en sus ojos o su cara, se acercó más, colocando ambas manos en mis mejillas; todo eso con una lentitud que me volvía insano, pero aun así, esperaba con calma a que ella hiciera lo que tenía en mente; sentí su respiración en mi cara, penetrando mi piel con ternura; y una vez más, nuestra burbuja comenzó a formarse a nuestro alrededor; solos; ella y yo; sus suaves labios besaron mi frente, haciendo que mis ojos se cerraran respuesta al placer que causaban sus labios en mi piel; bajó lentamente, dando pequeños besos por mi nariz hasta llegar a mis labios, los cuales rozó por unos segundos; tome su mejilla, tratando de hacer que su beso llegara pronto, comenzaba a desesperarme un poco. Nuestros labios se juntaron, abiertos los unos con los otros, sintiendo nuestras quijadas moverse con algo de rapidez, pero nunca una rapidez apasionada o desesperada, solo la de un beso normal, uno de esos algo apasionados pero nunca perdiendo la ternura.

- Te…amo…- susurré entre el beso, ocasionando un sonido un poco húmedo; ella sonrió, pero no se separó en ningún momento, solo acariciaba el tatuaje de mi nuca con la yema de sus dedos, haciendo que tuviera algunos escalofríos por la espalda.

Pasó a besar mi cuello con pequeños besos, uno tras del otro con delicadeza, sin algún sonido, haciendo que alargara un poco mi cuello, queriendo sentirla un poco más; mis ojos se cerraban y mis labios se entreabrían; mi corazón latía con fuerza, podía sentirlo estallar con cada latido, cuando se separó de mi cuello y fue a mi barbilla, subiendo nuevamente a mis labios para dar un pequeño beso y abrir los ojos, mirándome con una sonrisa.

- Te amo, Billy.

- Te amo más…- sonreí. -¿sabes?, creo que tienes razón, mejor volvemos con ellos.- asintió.

- Me agrada tu cambio de decisión.- sonrió. Nos levantamos de la nieve que congelaba nuestros cuerpos y caminamos tomados de la mano hacia la casa, que desde la reja podía apreciarse un delicioso olor.

Bese la frente de mi princesa antes de entrar, y cuando lo hicimos, la mirada de todos ellos se posó en nosotros, con una sonrisa, excepto en la cara de mi amigo Andy, quien bajó la mirada y se levantó a la cocina, reacción de saber que mi mirada solo estaba sobre él. Nos acercamos a ellos, y Gustav, con caballerosidad, se levantó de la silla para dejar a (tu nombre) sentarse.

- ¿Qué ya no vas a comer tú?- Él negó.

- Sí lo haré, pero puedo sentarme aquí, para que Bill y tú puedan estar juntos.- sonrió con ternura. No puede evitar sentirme un poco mal por lo que acababa de pasar, y la razón eran las palabras que recorrieron mi miente desde que Andreas se levantó de la nieve enojado: “Creo que no soy el único que ha cambiado.”

Quizá había cambiado a mis amigos por (tu nombre), pero pasaba que no me arrepentía de ello, porque quizá aun no me daba cuenta de mis acciones. Necesitaba platicar con ellos, pedirles consejos o que al menos me ayudaran y me dijeran que era lo que tenía que cambiar de mi mismo para volver a ser el de antes. Pero si eso dependía de dejar a (tu nombre) y volver a ser el mismo cachorro sin compromiso o expectativa de su futuro, ni siquiera que papá regresara a la vida por ello me convencería.

[…]

- No es eso, Bill, es que…no lo sé…

- Por favor, quiero que ustedes me lo digan, ¿de verdad he cambiado mucho?

- Bueno, para mi has cambiado de forma buena y mala, es decir, ahora eres mucho más feliz y eso realmente me pone contento; pero has dejado de prestarnos la misma atención que antes, cosa que entiendo porque estás enamorado.- dijo Gustav, sonriendo; después miré a Andreas, quien miraba la ventana sin poner la mínima atención en esto.

- ¿Andreas, y tú qué piensas?- sacudió su cabeza y después bajó la mirada.

- Bueno, te has alejado de todo lo que te gusta, Bill, dejaste la música, quizá no por completo, pero ya no te apasiona tanto como lo hacía antes; y si algo me enseñaste tú fue que ser ambicioso es bueno, que nunca deje de seguir mis sueños; pero lo dejaste todo por ella.- mi pecho volvió a sentir unas punzadas algo dolorosas, pero bueno…dicen que la verdad duele, ¿no es cierto?

- Andy, aun sigo persiguiendo mis sueños, solo me he desconcentrado un poco en ellos.- me mentí a mismo.

- No, Bill, te alejaste de ellos; llevas años con (tu nombre) y dime, ¿Cuántas canciones has creado? Quizá una o dos, pero no las has puesto en práctica con tu banda y todo fue por ella.

- Tan solo me importan cosas distintas ahora, me enfoco en el futuro de (tu nombre) y el mío.

- Pero no te enfocas solo en el tuyo.

- Porque ahora somos pareja, ¿no debería preocuparme por ambos?

- Sí, pero deberías prestarle atención a tus sueños y a tu deseo de ser un cantante famoso, ¿por qué lo olvidaste todo, Bill?, ¿en serio por ella dejarás lo que te apasiona?

- Por el amor hay que sacrificar algunas cosas, y soy feliz con ello.

- ¿Sacrificas también a tus amigos?, porque si eres así tal vez pueda sacrificar tu amistad yo también.

- No Andy, a mis amigos jamás los cambiaría nunca.

- ¿Estás seguro?, porque te noto más distante a nosotros.

- Estoy seguro, ninguna mujer me haría cambiarlos.

- Pero es que no te das cuenta de tus acciones; y sí, puede que me ponga celoso de ella, pero lo hago porque te quiero y me importas tú y tú futuro, no quiero que por culpa de un matrimonio tan joven como el suyo dejes tus sueños y ambiciones, porque sí, Gustav tiene razón, a ambos nos gusta verte más feliz ahora, y le agradezco a (tu nombre) por ello, porque ella es la que te ha ayudado a ser ahora mucho más feliz; pero, también es su culpa que seas tan despreocupado por tu futuro.

- Ella no tiene la culpa de nada, Andreas. Y nunca vas a dejar de ser mi amigo por ella; no tiene nada que ver una cosa con la otra.

- sí, sí tiene. ¿Pero sabes una cosa? El único que debe decidir qué hacer con su vida eres tú, yo no puedo interponerme.

- Lo siento, Andy, pero, yo soy feliz con mi vida. Si tú no puedes aceptar que yo sea feliz por y para (tu nombre), creo que lo mejor es dejarte ir.

- Bien, como te dije, yo estoy feliz por ti y eres el único que decide. Tarde o temprano te darás cuenta.

- Andy…

- No,- interrumpió. –no necesito excusas que no ayudan en nada. ¿Entonces estás diciendo que nuestra amistad se va a la mierda por una mujer?

- Por mi esposa, Andreas; Por la persona que me ha quitado la virginidad. Entiende que esto es difícil para mí, pero ella significa demasiado en mi vida, y no la dejaré ir solo por…

- Lo que yo piense o diga, ya lo entendí.- volvió a interrumpir. –Me han quitado la virginidad antes, solo pregúntate a ti mismo si te he olvidado o dejado por esa mujer.

- Pero ella ya no es nada tuyo, ella solo lo hizo por mera diversión propia.

- Ya lo sé, pero no olvides que estando idiotizado por ella y por quitarme mi virginidad, nunca te eché a un lado, nunca, ni Gustav ni yo te dejamos de lado por una mujer como tú lo estás haciendo.

- Pero ser novio y esposo es diferente, los roles cambian, no podemos ser los mismos de antes.

- Y eso nos lo dejaste claro, ahora eres diferente, por (tu nombre).

- Sí, y me gusta la persona que soy ahora.

- ¿Una persona que cree que una mujer es mejor que los amigos?, ¿una persona egoísta que al parecer solo nos usó para calmar su soledad y asegurarse de tener un hombro en el cual llorar causa de los problemas?

- No, una persona fuerte que ama a su pareja.

- Bien, si eso es lo que quieres, yo no tengo nada que hacer aquí.

- Puedes irte, solo no te olvides de lo que platicamos, reflexiona, amigo.

- ¿Qué reflexione yo?, mejor sigue tus propios consejos. Yo me largo de aquí.

- Andreas…- negó.

- Tal vez ser el Andreas amargado y pretensioso era mejor, ¿no?- salió de ahí.

No estaba seguro de lo que pasaba, él podría tener razón, quizá yo no me daba cuenta de cuanta importancia había restado a mis amigos por el amor; pero estaba completamente enamorado de ella, no podría aparentarlo; quería demasiado a mis amigos pero… ¿los podría perder por amor?, o acaso, ¿Dejaría que ellos se alejaran de mi…solo por amar a una persona de una forma insana?